E n 1985, el escritor estadounidense Bob Black, anarquista y grouchomarxista, publicó un manifiesto llamado La abolición del trabajo que entre otras perlas sugería que “Nadie debería trabajar jamás”, abogando por el ocio permanente: “Hay que crear una nueva forma de vida basada en el juego, una revolución lúdica, una aventura colectiva basada en el júbilo y la exuberancia libre y recíproca”.
Black estaba en línea con lo que varios futuristas hoy predicen, como el matemático Israelí Moshe Vardi profesor de Rice en Houston quien dice que para el año 2050 la mayoría de los trabajos serán realizados por Robots con tasas de desempleo que superarán el 50%. A pesar de que ya hoy el mundo cuenta con 1.600 millones de robots trabajando por y para el ser humano, las cifras no parecieran tan catastróficas.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, cada año se crean cerca de 40 millones de nuevos empleos. En el año 2017 había, según la OIT, 3.272 millones de personas empleadas en el planeta y en los peores años de la crisis económica (2008 a 2013) se crearon 160 millones de nuevos empleos.
De otra parte hoy están censados 192 millones de personas desempleadas con otros cerca de 1.400 millones ocupados en lo que esta organización ha llamado empleos vulnerables a los que se sumaran otros 35 millones antes del 2019.
La discusión no es nueva. Keynes había ya profetizado que para principios del siglo XXI ya trabajaríamos menos de 15 horas semanales y el mismo Marx había presagiado el fin del trabajo. Los periódicos de principios del siglo pasado están llenos de artículos sobre cómo la revolución industrial iba a generar una destrucción masiva de empleo, afirmación que por supuesto el tiempo se ha encargado de desvirtuar.
Ha estos autores los ha sucedido Rifkin con su “ Fin del Trabajo” y blogueros contemporáneos tan importantes como Tim Ferris que enseñan cómo trabajar sólo cuatro horas a la semana, para el resto dedicarlo a clases de tango, kite surfing, yoga o cualquier otro pasatiempo para ayudar a darle sentido a su existencia. Algunos incluso anticipándose a la problemática ya empiezan a hablar de una sociedad post moderna que garantice una renta básica universal para que todos podamos trabajar en lo que realmente queramos trabajar.
El tema de fondo creo yo, no es si la inteligencia artificial va a acabar con el trabajo dejando a una humanidad dedicada al ocio; francamente creo eso nunca va a pasar. El trabajo por supuesto seguirá existiendo. Lo que si va a suceder, es que se transformará el trabajo como hoy lo entendemos y habrá un cambio cultural de fondo alrededor de a qué le dedicamos tiempo y cuánto tiempo le dedicamos al trabajo.
Creo francamente que por creativos y soñadores que sean los niños, ninguno responde, a la pregunta de ¿qué quieres ser cuando seas grande?, con un categórico: operador de peajes, empleado de call center o recolector de basura. Tampoco contestan que quieren madrugar todos los días a las 5.30 para tomar el transporte público dos horas, para llegar a timbrar tarjeta o calentar asiento reportándole a un supervisor tirano de esos que drenan la energía y hacen de nuestro lunes una constante maldición.
Todos hemos fabricado en nuestra mente una idea romántica de trabajo que explote de un lado nuestros talentos pero de otro que le aporte un grano de arena a la transformación del mundo. Queremos no sólo emplear nuestro tiempo en temas interesantes, creativos, y retadores sino que además queremos que en el proceso nos acompañen buenos líderes que estimulen nuestra inteligencia, y desarrollen nuestras capacidades.
La inteligencia artificial lo que permitirá, es que como sociedad migremos a una en que esos oficios que no queremos hacer por rutinarios, aburridores o francamente inhumanos los haga la máquina, para que el hombre le dedique su tiempo a construir, con su aporte, una sociedad mejor.
Nada que dignifique más al hombre que el trabajo. Hablo por supuesto de esos trabajos que resaltan la importancia del ser humano. Los buenos trabajos, aquellos a los que el ser humano le dedica toda su energía porque involucra toda su pasión, son aquellos a los que la humanidad empezará a dar más espacio.
El ocio es, ha sido y seguirá siendo útil. Es un magnífico complemento y genera equilibrio, mentes sanas. Pero hoy deberíamos estar defendiendo a muerte el trabajo que nos propone la sociedad del futuro. Espero que así lo entiendan nuestros futuros gobernantes.