T uve este fin de semana una ronda de alta dosis emocional, como suele serlo, alrededor de las preferencias políticas de cara a las próximas elecciones. Digo de alta dosis emocional, porque, para que nos digamos la verdad, cuando de política, deporte y religión se trata, generalmente las discusiones se alejan rápidamente de los elementos que dictaría la razón, y empezamos, casi todos, a hablar desde el estómago.
Y es que al igual que cuando escogemos líderes corporativos, cuando de alinear conceptos frente a la gente se trata, nos pasa algo similar de lo que nos está pasando con los candidatos: Que fajardo sabe de educación pero le falta carácter; Que Vargas Lleras garantiza ejecución y tiene experiencia pero se raja en ética y en respeto por los otros; que De la Calle es integro y tiene experiencia probada pero es el continuismo de Santos; que Duque es inteligente, preparado y con visión pero no tiene ninguna experiencia y mandará su jefe; o que Petro tiene buenas ideas pero es un incapaz al ejecutarlas.
Con el respeto que me merecen nuestras sabias discusiones políticas creo estar haciendo un buen resumen de los dos o tres argumentos que esgrimimos a la hora de decantar nuestra opinión. De ahí para adelante la defensa de nuestro “tan bien formado criterio” se nutre muy poco del estudio y análisis profundo, y mucho de los miles de caracteres sueltos, videos y memes que traen las redes.
Es el ejercicio de la “democracia light”, que así entendida también por los candidatos y asesores políticoslos hace aparecer formateados ante las cámaras recalcando lo obvio (lo que que todos queremos oir) para luego apelar a la cosmética: un juego de poses, disfraces, y matices de tono que consoliden una fortaleza o amortiguen sus conocidas debilidades.
Lo anterior no hace nada diferente a confirmar que cuando de tomar decisiones frente a líderes se trata, nos falta profundidad, nos falta estructura, nos falta método. Mi experiencia de años manejando sesiones con Juntas directivas, es que en estos procesos, lo más importante es llevar al grupo a tener unidad de criterio frente a las capacidades y competencias o rasgos de personalidad deseados, que nos permita a todos al final, calificar frente a lo mismo (lo fundamental) con objetividad, sin dejar que nos atrape la empatía, los ademanes, o la vestimenta, para realmente meternos a fondo en lo estructural.
El rol del consultor, anticipándose a la naturaleza humana, es el de revisar una y otra vez la estratégica, la cultura interna, el equipo de segundo nivel, el gobierno corporativo, los valores de la empresa y los objetivos que se quieren sacar adelante, para ahí sí, diseñar esa “carta al niño dios” como lo son todas cuando de escoger el perfil ideal se trata.
Hace años diseñe una matriz muy sencilla para guiar esta metodología. La matriz permite tres cosas: A. Definir ,ponderar y calificar las capacidades (el hacer) que el ejecutivo ha desarrollado a través de su experiencia. B. Definir, ponderar y calificar las competencias (el ser) que el candidato despliega en relación a su estilo de liderazgo y C. definir el peso específico que se le va a dar a cada grupo después de calificar cada elemento, para obtener los resultados finales.
Aquí les dejo en esta primera entrega la matriz. Creo les puede facilitar las decisiones individuales y colegiadas de cara a la elección de cualquier líder. El contenido por supuesto en este caso sólo es sugestivo, las definiciones son propias:
Las calificaciones van desde 5 para Sobresaliente hasta 1 para insuficiente.
Espero la próxima semana meterme a fondo en las 6 Capacidades de un líder!.