E n el mes de diciembre de 1995, hace exactamente 20 años, el jugador belga Jean-Marc Bosman obligó a la UEFA a doblegarse ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en defensa de la libre circulación de trabajadores, revolucionando de paso el fútbol y en particular el sistema de traspasos. La decisión de este Tribunal, considerada como histórica, revolucionó para siempre el negocio del futbol poniendo fin al pago por el traspaso de un jugador que llegaba al final de su contrato, así como a los cupos que limitaban el número de extranjeros en cada club.
El pobre Bosman no disfrutó desafortunadamente de su valentía y hoy a sus 51 años espera algo más que gratitud de un gremio que se ha visto favorecido con cifras astronómicas y un sistema que les permite una altísima movilidad sobre todo hacia geografías que como la europea, cuentan con la chequera para atraer los mejores jugadores del mundo hacia sus clubes con fichajes multimillonarios sin las limitaciones de antes en relación al cupo de extranjeros.
El sistema lejos está de ser perfecto: Salvo algunas excepciones, la fidelidad de los jugadores con sus clubes es “temporal”; el jugador es obligado a calendarios muy complejos que exprimen al máximo su potencial so pena de un desgaste mayor; rara vez se espera al vencimiento de los contratos esperando al mejor postor de un jugador que se transa como cualquier otra mercancía; y los jugadores son presa de agentes de colmillo afilado que están siempre en busca de uno que otro jeque o empresario petrolero que colecciona nombres como estampillas independientemente de su real capacidad de aporte al equipo.
La realidad sin embargo, al margen de las críticas que nos merezca este sistema, es que el futbol es tal vez junto con unos pocos deportes más, el máximo exponente de cómo operan los mercados de talento en su máxima expresión, realidad que nos guste o no, cada vez se acerca más a como podría llegar a operar el mercado laboral en el futuro.
Las realidades demográficas se han volteado poniendo una presión exagerada en esas nuevas generaciones de talento que son apetecidas por escases y necesidad por las grandes corporaciones; Europa y Norte América empiezan a no tener generación de reemplazo por índices demográficos negativos, pero tienen la chequera para comprar el mejor talento de otras regiones; las nuevas generaciones han crecido con un apetito particular por ser empresarios y no empleados lo que está dejando una porción no menor de talento por fuera del mercado laboral tradicional; y esto unido a los cambios culturales que empiezan a moldear unas nuevas generaciones que no quieren permanencia y que prefieren la adrenalina del cambio, experimentar otros negocios, y operar en geografías diversas.
Estas nuevas realidades están moldeando un mundo laboral en donde cada vez es más común encontrar talento que quiere emplearse dentro de modelos alternativos, que cada vez se parecen más al de un jugar de futbol y no al empleado del común que descorchaba la botella cuando por fín era aceptado en una organización en la que planeaba quedarse por décadas.
Veremos pues modelos de agentes laborales cercanos a las grandes corporaciones, ofreciendo a sus “jugadores” para proyectos corporativos temporales, con clausula de caducidad, y sistemas de incentivos atados a hitos específicos. Veremos la desaparición de la clausula de no competencia que opera en ciertas geografías o en el corazón de algunos empresarios como exigencia de un mercado que ya entiende que el aporte del talento contratado es sólo temporal y el conocimiento dura hasta en tanto dure el contrato. Veremos una migración aún mayor de “cerebros fugados” hacia corporaciones que operan generalmente en países desarrollados y que cuentan con las chequeras que estimulan ese tránsito.
El contrato laboral típico, ese que todos los años genera más de un dolor de cabeza al empresariado y que por esta época se revisa al “alza” por unos pocos pesos de más que permite la inflación, está en mi humilde criterio forzado a desaparecer. El mercado se acerca a pasos de gigantes hacia sistemas igualmente imperfectos, pero en donde al final el talento, empieza a tener mejores herramientas para forzar para sí esquemas mucho más rentables.