Lejos soy de ser un experto en hacienda pública, pero como cualquier Colombiano dedicado a la vida empresarial, evidentemente soy doliente de nuestros novedosos esquemas tributarios y por lo tanto estudioso del impacto que estos generan en los modelos de retorno de inversión en nuestro país.
Parto igual de la base, como cualquier otro Colombiano con esperanzas de un futuro mejor para todos, de datos que evoca constantemente el Gobierno y que son una realidad sin duda aterradora: Somos después de Haití y Guatemala el país más desigual de la región; detentamos junto con los Estados Unidos un poco honroso primer lugar de concentración de la riqueza en unos pocos;somos una vergüenza en términos de eficiencia en recolección de tributos producto en gran parte de un sistema tributario lleno de exenciones (parte importante creadas en el Gobierno Uribe); y mantenemos todavía un sistema de Iva que es de los más bajos del mundo, muy por debajo de los Impuestos al Valor Agregado que se cobran en el primer mundo. Ah y se me olvidaba estamos ad portas de una hipotética negociación con la Guerrilla que esperamos se devuelva como dicen los expertos en al menos 1 o 2 puntos de crecimiento adicionales que compensen en parte los billones que costará la “Paz”.
Tambien sabemos que no se han inventado esquema diferente a la tributación y a la deuda para financiar la inversión y el gasto estatal, siendo la segunda un mecanismo al que el país decidió aplicarle reglas fiscales estrictas, bien diferentes a los de algunos estados vecinos, y que traslada la carga de movilizar el aparato estatal a los tributos de sus ciudadanos que hoy tienen carencias enormes en seguridad social, salud y educación para mencionar unos pocos de los servicios básicos a los que deberiamos tener derecho y que hoy son inequitativos y escasos en calidad y cobertura.
Todo lo anterior nos pinta un escenario mas que gris al que año tras año nuestros Gobiernos tienen que ponerle la cara, maniatados como están por el Congreso para tocar el Iva (muy impopular por “regresivo” = no da votos), y por que en este país ya no es factible sacar una reforma estructural por via de decreto o emergencia económica que fue el mecanismo que usó el Gobierno Lopez para sacar la tal vez última reforma integral, que fue lo mismo que trato de hacer Belisario pero que le devolvió la corte por inconstitucional (cambio radical de jurisprudencia).
El tema entonces no es si necesitamos tributar más, tema que se da como descontado (el hueco antes de la caida del petroleo es de $12 mil millones), sino cómo hacerlo, tema en donde de nuevo somos victimas de la absoluta improvisación exacerbando eso si nuestro maravilloso ingenio chibcha absolutamente corto placista. Y es que cuando se revisan las propuestas de los expertos, parecería haber coincidencia de que ese ente llamado empresa, tiene su sustento en la construcción de oportunidades de empleo, y generación de riqueza para sus socios, razon por la cual son estos últimos y no la empresa en si misma los llamados a tributar, por la sencilla razón de que son ellos los ricos.
Cuando el Gobierno termina ajustando sus finanzas centrando sus esfuerzos en las personas jurídicas (de 900.000 registradas en camaras de comercio sólo tributan 52.000), se nos olvida que de paso empezamos a estimular de manera decidida a los dueños del capital a movilizar sus recursos a países con menor tributación (Perú por ejemplo esta corrigiendo a la baja), afectamos la construcción de conocimiento, movilizamos el talento hacia otras regiones y perdemos competitividad. Esas son simplemente las reglas del sistema que no pueden dejarse de lado por taponar un hueco para el que hay sin duda alternativas diferentes.
El esfuerzo grande hay que darlo sobre la riqueza, la real, la que al final termina llegando por la vía de dividendos a las personas naturales que sin buena cara (a nadie le gusta pagar en países de bajo retorno social), pero con resignación, aprenderán como lo han hecho otros que al final, la única forma de llegar a esquemas de mayor equidad es aportando!.