M undo raro este. De una parte la tecnología le entregó al ser humano las herramientas para salir del anonimato y administrar su marca personal, concepto que está en boga y que ha trasladado hacia el individuo la responsabilidad de empleabilidad.
Por siglos, sobre todo después de la revolución industrial, la empleabilidad era un concepto que hipotecó de alguna manera la libertad humana endosando el futuro de varias generaciones a empleadores que se encargaron de “administrar sus carreras”.
Nace luego el internet, las redes sociales, y dentro de estas las redes especializadas como Linkedin, y,…voila, de la noche a la mañana el ser humano se encuentra con la posibilidad de retirar su hoja de vida del departamento de recursos humanos, y trasladarla al mundo virtual en donde la visibilidad depende de su iniciativa para hacer de agente propio en el mercado laboral.
Desde que Tom Peters lanza el concepto de marca personal en 1997, el mundo laboral migra de un ser humano subyugado, subalterno, muchas veces (las más) aburrido con su supervisor de turno (termino odioso por donde se le mire) y en donde su carrera dependía de otros en un mundo de jerarquías; a uno merictocratico, de alta rotación, ágil, donde la marca depende de uno y en donde la tecnología apalanca la visibilidad.
Esta nueva era de visibilidad al extremo, tiene por supuesto su lado oscuro. Bien conocida es la historia de Justine Sacco, directora de comunicaciones de una multinacional cuyos comentarios despectivos y racistas en un viaje a Suráfrica le dieron la vuelta al mundo antes de que aterrizara, le costaron el empleo, y años de recuperación para una profesional que precisamente vivía de su capacidad para “comunicar”.
Las nuevas generaciones, que han crecido de la mano de las nuevas tecnologías, que manejan las redes como nosotros los más viejitos manejábamos el teléfono de disco, han perdido un poco el pudor y muy frecuentemente el sentido del ridículo, compartiendo absolutamente todo, lo relevante y lo irrelevante, poniendo por supuesto en riesgo algo que no han cambiado con el tiempo, y es que todos, sin excepción vivimos de la reputación (así en Colombia la justicia se empeñe en proponer lo contrario).
El tema está de moda porque en este mundo que empieza a desandar los pasos, refugiándose en cualquier fe como dogma absoluto y en la tiranía como sistema para combatir al “enemigo”, estamos migrando de un mundo en donde la visibilidad era una opción, a la prohibición del anonimato como mecanismo de control social.
En China, en un paso adicional hacia el control absoluto por parte del gobierno de Xi Jinping se estableció, a partir del próximo 1 de Octubre, la prohibición a la participación anónima que se extiende a proveedores de servicios online (Wechat, Weibo,Tieba, etc) quienes deberán retener toda información de aquellos que intenten llevarla a cabo.
Estos son los comportamientos que la oficina de administración del Cyber Espacio de China considera prohibidos en la red de acuerdo con la nueva regulación:
Algo va de tratar de educar a una generación que decidió exponer públicamente toda su vida, moda que muchas veces raya con la estupidez pero que al fin y al cabo hace parte del proceso vital de construcción de la personalidad en donde padres y gobiernos tenemos una inmensa responsabilidad; a imponer regulaciones que pretenden acceder a toda nuestra información, limitando el ejercicio pleno de la personalidad, sobre todo cuando esta va en contra de los “intereses nacionales” como quieren hacerlo ver los chinos.
Me imagino que empezaremos a ver este tipo de regulaciones en dictaduras tropicales como la Venezolana en donde Delcy Rodriguez, presidente de la nueva Asamblea Constituyente, debe tener ya en su agenda una copia, soplada por un pajarito, de este adefesio creado por sus mayores prestamistas.