H e escrito mucho sobre cultura organizacional. Bien decía Stephen Covey que la cultura se come a la estrategia al desayuno, y soy un fiel creyente que no es una frase vacía, sino que encierra una de las grandes revelaciones de la gerencia moderna: las mejores empresas, las más rentables, han construido sobre todo, por encima de una estrategia ganadora, una cultura con valores muy fuertes.
El tema lo he estudiado a fondo, es más, es parte de mi quehacer diario, utilizando modelos que permiten diagnosticar cultura, como método inicial para encontrar lo que llamamos “cultura deseada” construyendo un camino lógico para alcanzar ese deber ser cultural y cerrar las brechas que tanto atormentan a las cabezas de las organizaciones.
He hablado por supuesto del tema con muchísimos líderes empresariales. Sobre su concepto de lo que significa cultura y sobre cómo han cimentado los valores que los distinguen como organización y cómo a su vez los han vinculado al sistema de reconocimiento y consecuencias para reforzar el mensaje. En esas charlas salen a menudo su obsesión por culturas innovadoras, orientadas al resultado, creativas, cercanas a la gente y que premien el trabajo colaborativo y un modelo de propósito que hoy, tanto necesita ser reforzado además porque es una exigencia de las nuevas generaciones.
Por eso me llego en buen momento la lectura del libro de Carlos Raul Yepes. Me lo recomendó mi papá: “viejo, tienes que leertelo, te va a servir mucho. Ese es un tipo bien importante, me dijo”. Y no se equivocó. El libro de Yepes, es no sólo importante, y refrescante, sobre todo en momentos en que en el país el tema de fondo, tanto a nivel público como privado es el tema de valores. El libro de Yepes era necesario.
Y es que en la medida en que el mundo empresarial se sofistica, como mecanismo de defensa ante este mundo cambiante, convulso y desafiado; y en donde la palabra “disrupción” se pasea como espíritu maligno por las Juntas Directivas, creo que hemos dejado de lado lo que mi profesor de filosofía del colegio llamaba “el meollo del asunto”.
A este meollo le dedica su libro Yepes, y la verdad debo decir con algo de tristeza que lo hace relativamente solitario en el universo de la literatura gerencial, seguramente porque el tema no es tan vendedor, o la palabra asusta: La Etica como mecanismo de construcción cultural.
No les voy a quitar de ninguna manera el placer de leerlo, es sin duda lectura obligada para todos aquellos que hacemos empresa y construimos país; pero si creo que vale la pena hacerle eco a su prédica, y no sólo porque esté convencido de que es necesaria en la Colombia de hoy, sino porque además, estoy seguro, es rentable, y las cifras de Bancolombia bajo su tutela lo prueban.
Colombia dejó de lado la discusión del tema ético. En la medida en que nos fuimos quedando sin dirigencia, en que fueron matando a aquellos que denunciaron la corrupción, en que el narcotráfico permeo todas las capas de la sociedad, en que el estamento político y judicial con muy contadas excepciones se convirtió como dice el profesor Cepeda en “Concierto para delinquir” y en que el empresariado decidió como el hombre de a pie pesar en sus propios intereses dejando de lado lo “fundamental”, el tema cayó en el más profundo olvido.
Las consecuencias las estamos pagando. La corrupción es de lejos el mayor cáncer de este país, y son pocos los líderes con la estatura moral para reclamar sin sonrojarse un cambio de rumbo. Ad portas de unas nuevas elecciones presidenciales con un inusitado número de candidatos, estamos en manos, por primera vez en la historia, de la fiscalía, la procuraduría y la contraloría para ver si de todo ese ramillete queda alguno vivo por quien votar.
La invitación de Yepes es a liderar desde los valores, desde la integridad, poniendo por encima al cliente sobre la rentabilidad, la coherencia sobre la oportunidad, el interés general sobre el propio. Bancolombia puede no ser el primero en crear valor desde los valores, pero puede haber sido el primero en hacerlo evidente, en comunicarlo.
Y es que en este cambio de tercio, en donde se abre una ventana de oportunidad hacia un futuro diferente para nuestro país, el sector privado tiene que asumir el liderazgo del cambio ético dando ejemplo. No podemos cederle esta posta al estamento político porque nos ha probado a todos, que son inferiores a las circunstancias, y que el tema ético no está en su agenda.
Su mensaje ha sido el de la viveza, el de la malicia indígena, el de torcerle el pescuezo a la ley, para servir solamente su intereses que los tiene hoy contra las cuerdas cuando apenas empezamos a ver la punta del iceberg en un país que tiene sus cimientos dentro de un tremendo lodazal.
La ética es buen negocio, no me cabe la menor duda, pero así no lo fuera, vivir desde la integridad, sobre todo en una sociedad a la que le cuesta tanto, es lo correcto. Tal vez es momento en que debamos empezar a “ponerle el alma” a nuestro país. Yepes nos muestra una ruta, que no es fácil, pero que sin duda es la adecuada en una sociedad que necesita reconstruir su cultura hacia una guiada por valores.