No sé si suceda igual en otras latitudes, me imagino que si, -debe ser parte del orgullo nacional que en el caso de los Colombianos es superlativo-, pero la realidad es que he leido miles de veces cómo se exaltan algunas de las cualidades de los ejecutivos Colombianos, sobre todo cuando se trata de hacer la comparación vs el talento extranjero.
Y la realidad es que si, definitivamente Colombia ha ido construyendo, de la mano de nuestro sistema educativo, una élite de profesionales que se codean con confianza en las más diversas disciplinas y en las más variadas geografías. Y no sólo es nuestra capacidad intelectual y nuestra formación educativa; es de alguna manera nuestra forma de ser y una serie de habilidades o competencias, de esas que pareciera entran por ósmosis, que se enseñan en la casa, en la mesa del comedor y se refinan en la calle, aquellas que más nos destacan.
Somos trabajadores incansables, leales, empáticos, curiosos, buenos líderes, y de gran sentido del humor, … en fin, cuando se trata de nuestros valores, la lista es larga. Sin embargo del largo listado hay un par que se resaltan en los más diversos escenarios: Nuestra creatividad o recursividad y nuestra capacidad de adaptación. Definitivamente el Colombiano aprendió, tal vez a las malas, a desarrollar estas dos habilidades que lo destacan en el concierto internacional.
Lejos de hacer un análisis sociológico serio, creo que hay razones históricas para ello. Nuestra realidad ha sido, en general, de limitaciones y carencias. El Colombiano no creció en la abundancia.,le toco lucharsela con pocos recursos. Se nos enseñó a usar lo justo, a no desperdiciar, a heredar aquello que tenía todavía un ciclo más de vida, y en más de uno oportunidad a darle usos alternos a las cosas. Como dicen por ahí nunca nos varamos!!.
También la vida nos enseño a vivir al día. En Colombia, tal vez por nuestra situación de violencia, no existía el largo plazo, tal vez ni siquiera el mediano. Aprendimos a adaptarnos y a adaptar nuestros negocios a realidades que podían cambiar de un día para otro. Todo era inmediato, fugaz, temporal. Las normas y reglas sociales, incluso las legales nunca fueron permanentes. Aprendimos a decir que Si como única forma de sobrevivir a circunstancias siempre “cambiantes”.
No creo que sea el momento de desechar nuestro pasado, es parte de nuestra esencia, de lo que somos, de lo que tenemos para entregarle al mundo. Lo que si sé, y lo afirmo con algo de esperanza, es que el entorno ha ido cambiando, la paz asoma su pico, y en Dios lo quiera, un entorno de país mas estable, tendremos, sin desaprender lo bueno, que construir dos habilidades de las que carecemos y que sin duda nos hace daño y nos hacen falta:
– Planeación: No es enemiga de la creatividad. Nuestra capacidad para el repentismo y la inventiva no son contrarios a tener una visión de largo plazo en donde se visualicen escenarios posibles, se establezcan prioridades, y se definan rutas lógicas con indicadores. La planeación no limita la creatividad, simplemente le da un marco de operación. La planeación se pavimenta sobre normas y reglas de largo plazo que el pais y el empresario tiene que aprender a diseñar y sobre todo tiene que aprender a respetar.
– Aprender a Decir que No: La capacidad para adaptarnos no puede confundirse con debilidad a la hora de defender nuestras ideas dentro del marco de las prioridades que impone un plan. El entorno global exige resultados que sin duda se hacen más eficientes en la medida en que seamos capaces de defender una ruta. Tenemos la manía de decir que Si a todo!!, desbaratando los calendarios, los entregables, los resultados planeados y por supuesto alterando la agenda de todo el mundo.
El cambio, el que se avecina con esperanza, nos dará la oportunidad de lucir como nunca nuestras bien cultivadas habilidades colectivas, impondrá tambien la construcción de unas nuevas que sin duda nos están haciendo falta como sociedad.