E l modelo de gestión antropomórfico, introducido al mundo gerencial hace años por Javier Fernandez, plantea que las organizaciones tienen vida propia independientemente de quienes las conforman. Consiste en estudiar la organización como un organismo vivo desde las dos perspectivas que en sí mismas caracterizan al ser humano: su mortalidad y su imperfección.
Bajo esta perspectiva, la ciencia de la administración se enfoca de un lado en darle mejor calidad de vida y prolongar la existencia de las empresas, y en perseguir, de otra parte, las imperfecciones menores antes que tratar de erradicarlas todas, que es por supuesto una utopía.
Bajo este método Fernandez y sus socios, apoyados de la ciencia médica, lograron identificar en un vademécum 41 enfermedades organizativas con el único propósito de establecer tratamientos eficaces para enfrentarlas. La fortaleza y la salud de una organización no están dadas por la ausencia de enfermedades, sino por su capacidad para preverlas y enfrentarlas.
Las patologías surgen pues cuando se pierde el norte de la virtud – el del justo equilibrio-, que abre espacio para que surjan enfermedades físicas o sicológicas, leves o graves que si no se diagnostican, se tratan, y se les hace seguimiento, derivan en problemas terminales que han llenado el cementerio de la historia empresarial.
El diagnóstico involucra siempre el entorno, la estructura organizacional, el equipo, la información y a uno mismo como miembro activo (a veces germen, a veces anticuerpo) de los problemas empresariales.
Al igual que con el cuerpo humano hay enfermedades físicas y sicológicas que varían en gravedad, dependiendo no sólo del órgano involucrado, sino también de su momento de detección. Este es el vademécum de Fernandez tanto de enfermedades físicas como sicológicas:
Apendicitis: Inutilidad de una sección o parte de la organización que produce perjuicios a todo el conjunto. Artrosis: Incapacidad de la organización para adaptarse a los cambios del entorno. Astigmatismo: Incapacidad para enfocar que acarrea una pérdida del sentido y un alejamiento de la especialidad de la organización. Cáncer: Presencia de un problema interno que se difunde entre las partes de la organización. Daltonismo: Deshumanización mercantilista que lleva a privilegiar el dinero por encima de todas las cosas. Diarrea: Fuga de talentos. Esterilidad: Escasa fertilidad de la empresa que le impide alcanzar resultados. Gripe o heridas superficiales: Son males menores y cotidianos que provocan pequeños malestares. Hemiplejia: parálisis de un área. Hipermetropía: Falta de pragmatismo, que lleva a la organización a tener una visión utópica e irrealizable de la realidad. Miopía: Incapacidad para anticipar y prever los cambios del mercado. Sordera: Falta de humildad que impide atender las recomendaciones y avisos externos. Obesidad: Acumulación de recursos, bienes o personas innecesarias, que generalmente se da en los momentos de bonanza. Osteoporosis: Debilidad que se genera por la falta de recursos. Desánimo y tristeza: Negativismo generalizado que tiende a ir aparejado a la falta de sentido de pertenencia de los miembros de la organización. Esquizofrenia: Inconsistencia entre el discurso y la realidad que suele traducirse en la formulación de unos grandes valores que, sin embargo, son desconocidos en el interior de la organización. Falta de voluntad: Cansancio general o incapacidad de asumir y llevar adelante grandes retos. Hipocondría: Miedo y pesimismo que conducen a una visión oscura del presente y del futuro. Paranoia: Preocupación desproporcionada por los peligros y amenazas del entorno.
La capacidad de contagio en el mundo moderno es enorme, y la atención de enfermedades graves demanda no solo la voluntad de mejorarse (no siempre la tenemos) sino sobre todo encontrar el especialista adecuado. Seguimos usando teguas para enfermedades graves o terminales y lo que es peor, mantenemos los malos hábitos que son, en la mayor parte de los casos los que nos hacen enfermarnos o los que nos hacen recaer.
El CEO es ante todo el sicólogo de cabecera de la empresa. Es el que mantiene el estado anímico, nos mueve a enfrentar nuestras dolencias, nos reta a enfrentar la incomodidad del tratamiento y evita, permanentemente, que una simple gripa derive en una depresión aguda o lo que es peor (está muy de moda) que terminemos amputando un miembro (a veces el equivocado) cuando lo que necesitábamos era simplemente un placebo.