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“No veo al mundo como es, lo veo como yo soy” – Poeta Anais Nin
U no de los grandes y más importantes virajes del mundo laboral tiene que ver con la inquietud de las organizaciones por explorar el espacio del ser dándole a este igual o más importancia que el del hacer.
El tema no es menor porque de alguna manera desvirtúa el afán del mundo moderno por fabricar “gente inteligente” separándose de un sistema que, desde la educación temprana, se ha enfocado en fortalecer las mediciones de Coeficiente intelectual que tantos dolores de cabeza da a los padres de familia.
Estos, retados por una sociedad que pareciera valorar y medir las habilidades del individuo para pasar los excluyentes exámenes de estado y las difíciles pruebas de ingreso al mercado laboral, hacen esfuerzos sobre humanos por preparar a unos hijos que hoy como máquinas llegan habilitados para “pasar” muchas veces a costa de su propia confianza personal.
Así ingresan a la educación superior, las más de las veces habiendo en el camino abandonado sueños y talentos, construyendo de paso hábitos nefastos que requiere el “sobresalir a toda costa”, y alejándose de paso de lo que empieza a ser tendencia en un mundo en donde, por obvias razones el conocimiento vale menos que la capacidad del individuo para conseguirlo y utilizarlo.
Sir Ken Robinson en su magistral obra “El Elemento” (se las super recomiendo), le dedica parte importante de su análisis a explicar cómo hemos como sociedad arrastrado las taras de una educación post industrial que nos trató a todos con el mismo racero, olvidando que por similares que parezcamos, todos somos diferentes, y necesitamos por lo tanto una educación que no nos trate como números sino que sepa entender nuestros intereses y nuestros talentos.
Así pues, en un mundo en donde casi todos por no decir todos los modelos de negocio existentes están siendo retados con la llegada de nuevos conocimientos y tecnologías, el hecho de saber pasa a un segundo plano por la velocidad con que este se desvirtúa, dando paso a que sea la capacidad de aprender a utilizar los siempre nuevos conocimientos lo que realmente tiene valor.
En este nuevo mundo del conocimiento aplicado la inteligencia colectiva vale más que la individual, la habilidad de comunicarse pesa más que la de interiorizar datos (esto ya lo hace una máquina) y la destreza para construir relaciones y armar equipo pasan a ser las competencias relevantes por encima del famoso “orientación a los resultados” que marco tendencia por décadas en el mundo académico y en el mundo laboral.
Este ya no es el mundo de los genios; es el mundo de aquellos con las habilidades emocionales para relacionarse con las personas adecuadas y para construir con ellos equipos apasionados para la consecución de un resultado superior. Las grandes ideas hoy, ya no son tanto el fruto de los Einstein de este mundo, sino de equipos multidisciplinarios, las más de las veces ubicados en geografías distantes, que movidos por un mismo fin, logran construir soluciones ingeniosas, distintas, revolucionarias.
En este espacio, las grandes empresas ya no se fijan tanto en la atracción de las credenciales. Por años estuvimos enfocados en atraer gente con probada experiencia en el hacer, que trajeran el conocimiento relevante para enseñarle a sus empresas las nuevas tendencias y tecnologías en cada uno de los espacios del saber humano.
Ahora, las empresas reclutan más por actitud y por carácter y no tanto por conocimiento. Este, útil sin duda en el corto plazo, en el mundo de hoy se vuelve obsoleto en meses. Para que entonces cargar con el pasivo de un “sabio” de personalidad tóxica cuyo conocimiento caduca en el corto plazo cuando podemos atraer profesionales capaces pero sobre todo con habilidades emocionales probadas?.
Veinte 20 años después de que Goleman hubiera introducido el concepto de Inteligencia emocional, y 30 de que Gardner desarrollara el de inteligencias múltiples, el mundo llego a un punto en donde el quién eres pesa lo mismo o más del que sabes, virando ahí sí de manera inteligente hacia el rescate del individuo, sus talentos y sus competencias por encima de un modelo de fabricación artificial como era el centrado exclusivamente en el conocimiento.
Con el mayor respeto por los modelos académicos actuales que se desviven por embutirles a los muchachos conocimientos muchas veces irrelevantes para que pasen el Icfes, creo que nos debiéramos estar planteando modelos alternativos que rescaten el valor y talento individual, y orienten desde edades tempranas a los jóvenes a construir su capacidad de aporte desde la maravilla de su ser, de un ser buena gente. Creo que así es como realmente se construye la paz!.