E l mundo es un pañuelo, eso solían decir nuestros padres, y la verdad es que al parecer pruebas recientes están validando esta tesis que ha sido sin duda alguna el gran éxito detrás de redes tan importantes como Facebook. De hecho ha sido esta red social la que ha tratado de medir con algo de consistencia la famosa teoría de los seis grados de separación para probar que el mundo es cada vez más pequeño.
Se le llama seis grados de separación a la hipótesis propuesta desde 1930 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en su cuento Chains, que intenta probar que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. La teoría está basada en la idea de que el número de conocidos crece de manera exponencial con el número de enlaces en la cadena, de forma tal que sólo un mínimo número de enlaces son necesarios para que los conocidos se acerquen a la población humana entera.
La teoría la recoge el sociólogo Duncan Watts en su libro Six Degrees: The Science of a Connected Age. Según Watts si cada persona conoce en promedio, entre amigos, familiares y compañeros de trabajo o escuela, a unas cien personas, y estos a su vez se relacionan con otros 100 (de segundo nivel), tenemos un network potencial de 10.000 que multiplicado por los 100 adicionales que conocen estos 10.000 llega a un millón (que ya están en tercer nivel) que por 100 más son 100.000.000 en un cuarto nivel, a 10.000.000.000 en un quinto nivel y a 1.000.000.000.000 en un sexto nivel. En seis pasos, y con las tecnologías disponibles, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del planeta.
Evidentemente cuantos más pasos haya que dar, más lejana será la conexión entre dos individuos y más difícil la comunicación. Internet, sin embargo, ha eliminado algunas de esas barreras creando verdaderas redes sociales mundiales, especialmente en segmentos concretos de profesionales entre otros. Esto nos pondría en la práctica a solo seis grados de separación por iluso que pareciera de Bill Gates, Messi, el Papa, Richard Branson, Donald Trump (por si les interesa) o Madonna.
Nuestros “grados de separación” colectivos se han reducido en los últimos cinco años. En 2011, los investigadores de Cornell, la Università degli Studi di Milano, y Facebook calcularon el promedio de los 721 millones de personas que usaban el sitio entonces, y encontraron que era 3,74. Ahora, con el doble de gente que usa el sitio, la distancia entre dos personas en el mundo se ha acortado a 3,46 grados.
Lo realmente relevante del estudio a mi juicio, es que sin excepción, nos encontramos en un mundo que eliminó las barreras de comunicación entre las personas abriendo de esta manera un capítulo nuevo para compartir información, habilitando nuestra capacidad para hacer más eficiente la transmisión de cualquier conocimiento.
En el mundo laboral por ejemplo se abren de esta manera espacios antes simplemente inimaginables para dar a conocer nuestra capacidad de aporte. Dependimos por siglos de una muy limitada capacidad de dar a conocer nuestro perfil a un sector productivo al que teníamos acceso a través de pocos conocidos.
Hoy el Universo laboral entero está a menos de cuatro grados de separación. Así como en Facebook, cuando de redes profesionales se trata, Linkedin con mas de 500MM de usuarios nos pone casi sin excepción, tal vez no a los 3,46 de Facebook pero si a 4 grados de separación de cualquier empresa o individuo.
Llámese dar a conocer nuestro perfil, vender nuestros servicios, acceder al conocimiento de una red especializada o tener acceso a cualquiera de los gurus gerenciales, la tecnología habilitó esta posibilidad, y dejó a nuestra iniciativa el hacerlo realidad.
Hoy ya no es excusa no conocer a alguien. Veo todavía con algo de sorpresa una gran cantidad de profesionales que hoy, en la era del conocimiento y de las redes sociales, buscan empleo adaptando estrategias de hace 50 años en donde estábamos obligados a imprimir miles de hojas de vida en papel enviándolas a destinatarios con la incertidumbre de si alguna vez llegarían a ser leídas.
Hoy estas plataformas nos permiten identificar a nuestro destinatario, solicitarlo como contacto, compartirle nuestra información, pedirle una cita, verificar si la información la llego, pedir que un conocido mutuo nos recomiende y gestar de manera directa nuestra capacidad de aporte a su organización.
El planeta hoy, le guste o no a los nostálgicos de ese mundo desconocido, es simplemente un pañuelo que hace que contactarnos sea ya no un sueño sino una obligación para mantenernos competitivos.