Forest Gump ha sido sin duda una de mis películas favoritas. Y no es solo la magistral actuación de Tom Hanks que le valió un Oscar, ni el mismo galardón a la mejor película, ni las 8 millones de copias vendidas de su banda sonora; es que la película logra hacer de un personaje con una clara discapacidad, pero innumerables talentos, un rock star que se destaca en cada uno de los campos que valora la sociedad americana. Sin duda este es el trasfondo: una crítica social profunda al sistema de valores reinante, encarnados por un personaje que se destacó en todo tal vez sin quererlo, sin pensarlo, sin buscarlo pero haciendo gala de varios talentos bien administrados.
Podriamos decir coloquialmente, que Gump encarna la suerte de aquel que es señalado por una sociedad que castiga las discapacidades pero que premia el éxito y el resultado elevándolos a la categoría de ídolos.
Ha sido tan importante su efecto, ha sido tan trascendental y relevante la puesta en escena que Zemeckis hizo del libro de Winston Groom, que hoy se usa el rótulo de “Momentos Forrest Gump” para reflejar esa cantidad de eventos en los que todos nos sentimos involucrados, que desnudan una habilidad o destreza de la que no eramos realmente tan concientes, pero que se devuelven con retroalimentación positiva y aplauso de la tribuna y que serán determinantes en nuestro futuro profesional y personal.
Son tal vez momentos de descubrimiento. Son tan naturales, tan obvios, tan: “pero es que tu siempre has sido así” o ” no me digas que no te habías dado cuenta” o ” siempre hemos advertido esa habilidad en ti”, que no podemos hacer nada diferente a admitir la habilidad, abrazarla, y desde ese momento hacer conciencia de tenerla para usarla tantas veces como podamos. Es la forma de correr de Forrest que la usa simplemente por que ajá, por que le nace, por que le gusta, por que la hace bien hasta un día en que simplemente a voluntad prefiere parar y dejar de correr porque alguna otra prioridad aparece en la escena de la vida como relevante.
Lo espectacular de los momentos Forrest es que todos los tenemos pero hay que saber tener la antena prendida no sea que, a pesar de la retroalimentación, los dejemos ir como irrelevantes, cuando pueden cambiar las reglas de nuestro juego dramaticamente y para siempre.