L
a industria del liderazgo está en crisis. Por décadas se institucionalizó un modelo que aplicaba una forma facilista de “ven a mi curso y lee mi libro” y voila te convertirás en el líder que siempre has querido ser. Este modelo no sólo está probado no funciona: ¡no existen fábricas de líderes!, sino que además se desdibuja ahora que salen evidencias de estar cambiando de forma dramática la fisonomía organizacional hacia una en donde el líder somos todos.
El líder, ese ser omnipotente para basaba su mando en la autoridad, el conocimiento, la jerarquía y el carisma, lo que en América Latina todavía hoy se asocia con los grandes caudillos de nuestra historia libertadora, parece estar siendo sometido por varias fuerzas que se imponen en un mundo en donde incluso se predice sustituiremos al CEO por robots. Las democracias mas antiguas, desde extremos de izquierda y de derecha están viviendo hoy sus últimos estertores con tanque de oxigeno negándose a aceptar que las fuerzas de la historia están cambiando.
Jack Ma, el CEO de Ali Baba declaro que en “30 años el Ceo del año va a ser un Robot”. No estamos lejos. Lo Robots ya ganaron en Go, un juego de altísima complejidad, probando no sólo que su capacidad analítica esta muy por encima de las de los humanos, sino que además aprenden y crean al mismo tiempo, funciones, entre otras, que eran las esenciales a la hora de revisar la capacidades del líder.
Y es que a velocidad de crucero se están imponiendo fuerzas que cambian dramáticamente la fisonomía del paisaje y las reglas del juego:
- Holocracia: Este nuevo formato de organización empresarial está probando tener sus beneficios. Es un modelo en donde en vez de un líder hay un facilitador nombrado por el grupo de trabajo, que opera sin roles fijos, se autodetermina, revisa periódicamente sus cánones de éxito y reemplaza sin prejuicios a quien no esté funcionando. Los Zappos y Justo y Bueno de este mundo están organizados de esta manera. Son ágiles, aprenden del error, son muy livianos y comparten democráticamente la información.
- La hora de los seguidores: Ya no son los líderes sino los seguidores los que moldean la estrategia. La tecnología y las redes sociales están permitiendo a las empresas y a los gobiernos tener retroalimentación en segundos de sus políticas y estrategias. Ya es el consumidor desde una red, o el gobernado desde twitter quien manda la parada. Para bien o para mal fenómenos como el de Trump y Brexit fueron forjados por los seguidores y no por sus líderes. Sin embargo poco o nada se nos enseña frente a “como ser un buen seguidor o al menos uno responsable”.
- Saber Compartido: El conocimiento siempre dio poder: ya no. Al menos no en la forma tradicional. En el salón de clase, en la vida pública y en la empresa conocimiento era sinónimo de autoridad y poder. Con los sistemas de aprendizaje colaborativo que hoy existen la forma inteligente de tomar decisiones, incluso de crear, se habilita únicamente en la medida en que se construya en línea, con el consumidor final. House of Genius es una iniciativa en donde el líder comparte un problema sin resolver con un grupo de extraños que ofrecen anónimamente sus soluciones. Ya ni siquiera necesitamos construir ese conocimiento desde adentro de la organización.
- Transitoriedad: Veníamos de un mundo en donde el poder era un punto de destino, de llegada, el fin de una carrera. Ahora los roles de CEO no solo son transitorios sino además un eslabón más en la carrera de un individuo que está aprendiendo a que puede rehacerse como profesional sin tener que unir su rol, necesariamente, a un rol de poder. La rotación ejecutiva está aumentando, pero sobre todo parecería que la diversión, la felicidad de la que tanto se habla hoy, puede ser construida desde varios lados incluso cuando esto se parezca a un paso hacia atrás en la cadena de “éxito”.
- La fuerza está en la cultura: Los ganadores, los grandes ganadores en el juego organizacional están siendo aquellos que están enfocando su esfuerzo en la construcción de culturas internas sólidas. Las estadísticas avalan una estrategia centrada en la cultura y en el equipo y no en las capacidades del líder. La agilidad, la capacidad de compartir conocimiento, de enfocarse en los valores internos, de recompensar el error y de innovar tienen que ser parte del ADN interno y si bien ayuda un líder que las promueva la cultura va más allá de los líderes de turno.
El mundo cambió. El líder como lo entendimos siempre: ese Superman que todo lo podía es un personaje en extinción que ya no se necesita. Necesitamos de un mundo en donde se de paso a la fuerza de un colectivo enfocado en sacar adelante un proyecto que hagan propio. Necesitamos un mundo con valores fuertes, que trasciendan un periodo, un gobierno, un partido político o un CEO. Un mensaje incluyente en donde se dé cabida a las diferencias, se valore la equidad, se inculque el aprendizaje, se aprenda del error bien manejado y se apele a la inteligencia colectiva. Un mundo de seguidores, no de líderes.