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“Para entender lo que pasa, hay que haber llorado dentro del Calderón, que es mi casa. O del Metropolitano, donde lloraba mi abuelo con mi papá de la mano. “ – Joaquin Sabina
D eporte o religión, el futbol es sin lugar a dudas la actividad humana que a lo largo de todo el globo mayores pasiones despierta. El amor por la camiseta de nuestro equipo se mezcla a diario con el cariño que sentimos por sus jugadores que nos demuestran permanentemente, como en casi ninguna otra actividad humana, que el talento y las disciplinas unidas obran milagros.
Son ídolos, de la cantera, de las entrañas del pueblo; muchachos humildes que como en la historia de la cenicienta nos muestran que soñar es posible y que en lo colectivo son ejemplo vivo de las mejores virtudes del trabajo en equipo.
Como no soñar cuando esta semana, además, son dos equipos humildes lo que de la mano de su hinchada coronan sus sueños. Las dos historias, la del Leicester y el Atlético de Madrid, tienen mucho en común.
El del Leicester es simplemente un cuento de adas: El equipo, que estuvo bordeando el descenso, es adquirido en el 2010 por Vichai Srivaddhanaprabha, millonario tailandes quien por US$58MM y una deuda de US$135MM para remodelar el estadio, invierte en una nómina que vale en total US$30MM (menos que una pierna de Messi). Se trae a Claudio Ranieri, luchador de muchas batallas y el italiano obra el milagro.
La nómina del Leicester es simplemente irreal en el contexto de un deporte en donde los títulos hoy son muchas veces sinónimo de un gran chequera: Schmeichel, US$1,44 millones; Morgan, US$1,44 millones; Huth, US$4,3 millones; Fuchs, libre; Mahrez, US$577.000; Kanté, US$8 millones; Albrighton, libre; Okazaki, US$10 millones; Vardy, US$1,44 millones (lo sacó de una fábrica).
Sería simplista reducir la fórmula de Ranieri a unas pocas frases, pero hay unas que no pueden pasar desapercibidas:
La fórmula del Atlético no es muy lejana. De la mano de Simeone, un líder por quienes sus jugadores darían un ojo y que sólo le falta meterse a la cancha a jugar con ellos, los colchoneros han refrescado el futbol mundial con su garra, su compromiso, su amor por la camiseta y por un modelo en donde el colectivo siempre pesa más que cualquier individualidad.
Simeone, perfeccionista y obsesivo, ha logrado imprimir un sello de sacrificio y entrega que no tiene ningún otro equipo del planeta. Contrario a los dictados de planeación de largo plazo, la fórmula de Simeone está siempre ligada al siguiente partido. La rotación de su gente, y la innovación (adaptación permanente dependiendo del rival) han hecho de su “partido a partido” un slogan que repite su hichada en voz alta. En el Atlético prima el sistema no las individualidades.
Simeone entendió,al no tener la chequera de los grandes, que sólo una fórmula diferenciada, basada en talento joven, de alta rotación, de total entrega y coaching individual, daría los resultados que hoy lo tienen peleando el máximo galardón del futbol europeo.
Que lindo es el futbol. Hoy estos dos equipos como dice Ranieri le dan esperanza a todo el mundo, y nos ponen a todos a cantar el himno del Atletico: ¡Qué manera de aguantar, qué manera de crecer, qué manera de sentir, qué manera de soñar, qué manera de aprender,
qué manera de sufrir, qué manera de palmar, qué manera de vencer, qué manera de vivir.!.