El gran escritor Austriaco Stefan Sweig, en su análisis sobre Fouché, el ministro de Policia de Napóleón y de Luis XVIII,afirmaba que este desconocía en absoluto la mayor de las artes políticas: la de retirarse a tiempo. Fouché, fundador del espionaje moderno, tuvo la habilidad para asegurarse su propia supervivencia a toda costa, independientemente de quien ejerciera el poder. “No puede quitar la mano donde la ha puesto una vez”, decia Sweig. Frente al mismo tema Wellington, el duque de hierro, vencedor de Napoleón en Waterloo, afirmaba que la mayor prueba de un general era saber cuando y como efectuar su retirada.
El dilema permanente del ser humano de trascender, de mantenerse en el trono, de repetir su receta de éxito, de sentirse útil, de sentir que todavía no es tiempo así haya preparado a un sucesor que está listo, sigue siendo a nivel corporativo uno de los mayores dramas tanto a nivel gerencial como de Junta Directiva.
Nicanor Restrepo, quien tuvo por décadas bajo su mando a Suramericana y desde esta regentó el crecimiento del Grupo Antioqueño, habló recientemente de su retiro. Su charla fue una reflexión valiosa de como el ser humano debe preparar la cesión del bastón de mando como una de sus más importantes obligaciones estratégicas. Su charla fue esperanzadora; no sólo por que es claro que existen compañías que tienen por diseño establecida la transición de forma inequívoca, sino por que en últimas, el diseño les ayuda a ellos mismos a hacer la transición con menor dolor.
Entregar la posta implica valor. El de diseñar estrategias de sucesión en donde el retiro esté escrito y por lo tanto a la gente no haya que echarla. El valor de preparar con tiempo la linea de sucesión haciéndolos partícipes de las decisiones estratégicas y dándoles espacio en el campo de batalla para que asuman los retos de ganar o perder en el terreno sin tener que depender de las decisiones de un general. El valor de entrenar en caliente, dando retroalimentación oportuna y atendiendo con detalle los espacio de mejoría. El valor de construir una cultura interna que admire su liderazgo pero que sea lo suficientemente fuerte como para no depender de un caudillo, y lo suficientemente madura para admitir un cambio de estilo.
El Grupo Antioqueño ha sido sin duda coherente en fabricar su estructura de sucesión. Han sabido definir esquemas internos que incorporan talento joven, desarrollan a sus líderes desde adentro, y adoptan con nostalgia pero sin dolor la transición de uno a otro. Han sido igualmente inteligentes sus ejecutivos que con tiempo se preparan para tener una vida útil y vital incluso después de la entrega del mando.
“Nada más fácil que contratar, y nada más difícil que echar”, decía Restrepo refiriéndose en este caso a los miembros de Junta. También les tocó montar un esquema de retiro para ellos;cuando llegó a liderar el grupo el promedio de edad de su junta era de 82 años y varios se le dormían en las cesiones.
La inteligencia de un líder debe medirse entre otras, por su capacidad de rodearse de gente mejor que él. Su generosidad y visión, por la forma en como les entrega a tiempo las riendas de la organización.Que bueno admirar a los mayores y contar con su experiencia, será siempre valiosa; pero hay momentos en que no entregar la posta a tiempo se hace a costa de perder la carrera!.
Acabamos de “renovar” el Congreso. Mucho cacique y poco indio!. Como le serviría a los Uribe y a los Gerlein sentarse a tomar un cafecito con el Doctor Restrepo!.