“Nene, nene-ne que vas a ser, cuando seas grande” – Miguel Mateus
C orro el riesgo de volverme repetitivo; empieza a ser signo inequívoco de la edad. Quiero pensar, de pronto, que quiero ser más bien enfático, absolutamente enfático frente a una realidad que nos supera a todos aquellos que pensamos que los gritos de cambio podían ser ignorados, pero que empiezan a superarnos dejando de paso una estela de dolor y llanto.
Hablo por supuesto, en relación con las dudas de carrera, de esa enorme tensión que en jóvenes y adultos implica el no saber que hacer, donde buscar, el sentirse perdido frente a sus iniciativas para encontrar trabajo, el no saber cómo crecer en él, o simplemente cómo y cuándo cambiar, cuando, por razones de muy diversa índole, empezamos a notar que lo que hacemos, o en donde lo hacemos, está totalmente desalineado con lo que somos y anhelamos.
A todos nos ha pasado: es normal. Los que ya tenemos parte del camino recorrido, tenemos miles de historias, idealmente pasadas, en las que cometimos un error en la escogencia de algún cambio laboral. Muchas veces un error infantil, de esos del que nos arrepentiremos por siempre, las más de las veces empujados por dinero, pero que, al poco tiempo, generalmente muy poco tiempo, ya nos estaba haciendo saber con sangre, y sin retorno, que había sido la decisión equivocada.
Nos hemos venido pegando de Jobs y su famoso discurso en Stanford, ese en el que él afirmaba que la vida hace sentido cuando unimos los puntos hacia atrás, pero para que seamos honestos, esa afirmación puede ser simplista o solo lógica cuando viene de uno de los grandes hitos empresariales de nuestro siglo. Para el común de los mortales no es tan claro. Al contrario: da ira, mucha rabia, y genera sentimientos de tiempo perdido. Son de esos “mea culpa” que nos acompañan por siempre entre otras cosas porque, la verdad, eran errores evitables.
A los de la generación X, el mundo laboral nos permitió en su momento cometer esos errores sin mayores consecuencias. Retomar el rumbo fue, en los más de los casos, una pérdida menor sin que afirme que no tuvo consecuencias, pero de alguna manera, ese, el camino del error, era de alguna manera previsible. Creaba un pequeño lunar en la hoja de vida (de esos que dicen nueve meses en la empresa XXX), pero que al final en una carrera larga se logra mimetizar.
En los jóvenes el tema es distinto. Los cambios rápidos, intempestivos, muchas veces altamente emocionales, generan desconfianza, y si bien los hemos perdonado porque: “así son los jóvenes de hoy”, en el fondo lo que denotan es falta de foco y poca madurez, no necesariamente a la hora de renunciar, sino sobre todo a la hora de planear con sensatez sus siguientes pasos de carrera.
Las Conversaciones de Carrera son muy escasas. Si bien la teoría de desarrollo organizacional las pone como obligadas dentro de ABC de planeación de carrera al interior de una empresa, la verdad es que la mayor parte de la gente le saca el cuerpo a esta responsabilidad.
Las razones son muy variadas y tienen algo que ver con lo que en coaching llamamos Anclas, y que no son nada diferente a excusas auto impuestas: no sabemos con quién hablar; no puedo mostrar fragilidad; si cuento es peor; no tengo tanta confianza con mi jefe; si le digo eso a mis papás me matan; si lo comparto con mi pareja se va a poner más nervioso/a,…en fin oigo día tras día, no importa el nivel de madurez gerencial, cientos de excusas limitantes.
El problema de fondo es que cuando cargamos con todas esas dudas, no las verbalizamos, y no sabemos como canalizarlas, terminamos envueltos en ciclos de auto destrucción que inhibe la construcción de estrategias de cambio que nos permitan conseguir los objetivos que nos estamos proponiendo.
Las recetas, una vez nos liberamos de esta carga y las compartimos con la persona adecuada, son muy variadas, pero al final no solo efectivas sino liberadoras. Cuando logramos estar en línea con la visión que tenemos para nuestra carrera, construir un plan sensato clarifica y si bien implica a veces tomar decisiones difíciles, al final nos quita un piano de encima.
Los cambios, muchas veces, vienen con dolor; al menos generan incomodidad. Nada que hacer, es la ley de la vida. Implicaran nuevas disciplinas; la construcción de nuevas habilidades que no tenemos; sacrificios de tiempo, comodidad o salario; e implican en un gran acto de humildad, sincerarnos con los que nos rodean para hacerlos parte del equipo de apoyo de nuestro proceso de cambio.
No existe peor receta en la vida frente a cualquier problema, que evadir esa realidad que nos talla. Nuestra Carrera no es la excepción. Implica, sobre todo, mucha valentía. ¡Ensaye!.Como sé que muchos no han definido su voto en Bogotá para el Concejo, quiero recomendar dos candidatos a quienes conozco muy bien, y son prueba de que se puede hacer política bien hecha, se puede ser un político honesto, y se puede hacer política en la calle y con la gente buscando solo el bien de la comunidad a la que se atiende. Son jóvenes, inteligentes, trabajadores y sé que van a ser un representante digno de nuestro voto: son Simon Osorio, No 6 por el Centro Democrático y Martín Rivera No 27 por Alianza Verde.