“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio esta el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad.” Victor Frankl
Daniel Goleman introdujo el concepto de Inteligencia Emocional hace casi dos décadas iniciando, más que una revolución (ya la quisiéramos), una interesante etapa de reflexión gerencial en la que se introdujeron conceptos que iban un paso adelante de las ideas de Gardner que hablaba de inteligencia inter (capacidad para entender a otros) e intrapersonal (capacidad para entenderse uno mismo), y de las ideas de Payne, tal vez el padre del concepto.
Fue sin embargo la revista Time la que catapultó el trabajo de Goleman en 1995, lo populariza mandándolo directo al estrellato, naciendo así al concepto de IE (Coeficiente o Inteligencia Emocional) que salta entonces derecho al mundo corporativo, dándole espacio a la discusión abierta de temas que antes parecían estar confinados al diván, y que empiezan a ser parte del diccionario Gerencial de liderazgo y de Recursos Humanos.
El tema es de enorme complejidad lo que lo hace por demás muy interesante. Es el conflicto y la tensión entre la amígdala cerebral,que es la encargada de dar respuestas rápidas al organismo ante situaciones de alto peligro (órgano vital para los primates), y el modulador cerebral que ubicado en el lóbulo prefrontal se encarga de ponerle “razón” a los impulsos de la amígdala que por demás es un órgano con memoria y muy frecuentemente arranca su acalorado impulso por recuerdos que le fueron grabados en situaciones difíciles o tensas de nuestra infancia.
Esa permanente bronca entre la amígdala y el lóbulo, la terminan sufriendo, en la mayor parte de los casos, los empleados o gobernados de una gran cantidad de organizaciones que parecieran no tener más remedio que observar pasivos, como la amígdala de su jefe le gana el pulso a su lóbulo, arrastrando de paso la estabilidad emocional de toda una organización que tiene que sufrir el temperamento incendiario de este alocado “líder”.
Esta semana ya no es una organización sino el país entero el que observa pasmado la pelea de dos amígdalas de peso Presidencial. Uribe, que nos acostumbró a sus permanentes salidas de tono se pone de nuevo los guantes frente a un Gaviria al que a la carrera disfrazaron de púgil, para darle la pelea al campeón de los pesos pluma. Sin duda un pobre espectáculo, de poca altura intelectual, pero sobre todo de altísima irresponsabilidad.
Colombia ha tenido una historia que demuestra que somos un país que cuenta entre sus mayores subdesarrollos el de su Amígdala. Por alguna razón que amerita un estudio socio-biológico serio (debe ser el clima), nos calentamos muy fácilmente,reaccionamos antes de pensar, y lo hacemos desafortunada y muy frecuentemente provistos de un revolver. Los miles de muertos con que cuenta nuestra historia son producto, entre otras cosas, de un liderazgo mal entendido, envalentonado, de gamín de barriada, en donde trabaja la amígdala y no la razón. Los señores ex presidentes no han entendido, que parte importante de su responsabilidad es la de dar ejemplo. Flaco favor para una democracia que anhela la Paz, ver como este par de tigres de la malasia se despellejan en público caldeando los ánimos de una sociedad que aún no aprende a diferenciar carácter de violencia.