Brene Brown es sin duda, al menos para mí, un gran y grato descubrimiento. La vi de ted.com hace poco (es una de las conferencias más vistas) y después, queriendo profundizar, me leí su libro “Daring Greatly” (atreviéndose en grande), que desarrolla en mayor profundidad su teoría sobre la vulnerabilidad.
El tema da para largo -a ella le tomó sólo 6 años de investigación profunda y un año de terapia intensa-, pero en el fondo, abre un debate que no quiero dejar pasar de largo, que tiene que ver con la felicidad, y sobre todo el éxito implícito en aceptarnos como somos.
Lo veo a diario: profesionales increíbles, llenos de condiciones y de capacidad de aportar, que no logran hacer conexión con el mundo real por la sencilla razón de que no han logrado aceptarse a ellos mismos. Crecieron (crecimos) en el mundo de la barbie, llenos de modelos y parámetros de éxito, en donde la orilla del vecino siempre era más verde, y en donde por comparación nunca alcanzábamos el umbral de aceptación. Nada es nunca suficiente.
No es un tema de edad, sexo, origen social. Es simplemente el hecho de que se nos vendió, y lo compramos en su totalidad, un parámetro de logro, de deber ser inalcanzable, por el simple hecho de que, estaba hecho de la arcilla de los demás, no de la nuestra. El problema es que esa maratón por hacer el tiempo del vecino, al final,nos deja exhaustos con la ingrata consecuencia de que además se lleva de paso el amor propio y nos llena de inseguridad.
Soy consciente de que conocernos toma tiempo; pero reconocernos y aceptarnos implica además un acto de valentía que no siempre nos acompaña. Desafortunadamente ese coraje requerido debe arrancar por una gran dosis de compasión por los demás, pero sobre todo compasión por nosotros mismos.
El mensaje de Brown es esperanzador, por eso me pareció valioso compartirlo. La felicidad, esa que se logra al final construyendo momentos de intima conexión, es posible cuando, después de una larga carrera, reconocemos que no se trataba de los demás, ni de los parámetros que nos impusieron, ni de las medallas que en el camino nos colgaron; se trata sola y únicamente de nosotros mismos y nuestra capacidad de aceptarnos como seres únicos y especiales.