Hace algunos días compartí algunas reflexiones del sabático que hice junto con mi esposa el año pasado; algunos de los aprendizajes de este recorrido, y algunas de las vivencias de llegar de vuelta al mercado. Lo que tal vez no compartí con suficiente profundidad, fue la motivación de hacerlo, los conflictos que se generan al tomar esta decisión y el viaje hacia el interior de si mismo, tal vez el más importante, cuando uno plantea una ruptura con la rutina.
Tengo 20 años de experiencia profesional en mi oficio, el de consultor en talento y liderazgo. De una carrera larga en varios espacios profesionales, esta, la de los últimos veinte años, es, mal contado, el 66% de mi experiencia laboral que ya empieza a ser larga. Son veinte años ininterrumpidos de trabajo constante luchando en el mercado por un espacio de relevancia que, sin duda, alcanzó su pico de pertinencia y “exito” en el 2021, pero que al mismo tiempo mostraba signos de cansancio e inquietud frente al futuro.
Creo ser un caso normal de un ejecutivo senior que, llegado cierto momento, no solo se plantea un sabático como un merecido descanso después de una larga trayectoria de trabajo cuando todavía la salud nos abre ventanas de oportunidad para el escape. Es también, estoy seguro, un caso normal de manejo de un ciclo que vivimos todos los profesionales en diferentes etapas de nuestra carrera, de querer reencontrar o redefinir nuestro futuro de la mano de una necesaria reflexión sobre nuestro propósito.
Generalmente,la lucha interna de todo individuo durante su carrera es la de hacer coincidir aquello por lo cual le pagan, con aquello que ama. Cuando además, a los dos factores anteriores se le agrega aquello para lo que somos buenos, estamos muy cerca de un proceso personal de realización. Sin embargo en la madurez, en la medida en que el éxito deja de medirse exclusivamente en términos de dinero y reconocimiento, hay un factor adicional que hace que lo que los japoneses llaman Ikigai se cierre y es el sentido de propósito.
Este último elemento, ese que da sentido a nuestra vida, al menos desde lo profesional, el “para que” de nuestros actos, es sin duda, al menos en mi caso lo ha sido, el más dificil de consolidar.
Nos pasamos varios años de nuestra carrera buscando el “para que somos buenos”. Siento que la mayor parte de la gente termina tarde o temprano entendíendolo, (al fin y al cabo generalmente coincide con nuestras habilidades) y cuando dejamos de combatirlas y las usamos, el mercado nos premia.
En ese momento, además, hacemos de ella una forma de vida y logramos monetizar ese talento que se convierte en nuestro que hacer, nuestro oficio y la forma de forjarnos una vida profesional viable.No pocas veces, sobre todo en momentos de confusión y desalineación tenemos la tentación de ensayar cosas nuevas, aprender nuevas habilidades y cambiar de rumbo. Muchos lo logran pero la inercia del talento desarrollado y aprendido tiende estadísticamente a ganar.
Los más exitos@s, bien sea por convicción, por seducción o por conveniencia logran además encariñarse con el oficio y sintiendo pasión por lo que hacen. Es un ciclo de retroalimentación positiva que hace que entre más hacemos lo que hacemos mejor lo hacemos y por lógica, el mercado lo reconoce.
El tema complejo, el que creo más toma tiempo, es el de convencernos que ese camino forjado contiene un propósito de vida que esta alineado con nuestros valores y sentido de legado. Es una pregunta mayor, más dificil de responder, más compleja de encontrar y mucho, muchísimo más íntima.
En ella conviven y se debaten nuestros pensamientos y sentimientos más profundos, nuestras carencias, nuestra relación con los demás y con el universo, nuestro grano de aporte y generosidad por la sociedad en la que vivimos, nuestra relación metafísica con el universo.
En este sentido mi sabático no solamente sirvio: fue definitivo. Trabajar de cerca con las personas,sus necesidades profesionales, sus conflictos y temores de empleabilidad y sus necesidades de desarrollo me llenan profundamente. Ayudar a las organizaciones a crecer a través de la gente correcta que apoye su estrategia y enriquezca su cultura más que un desafío constante es un orgullo. Apoyar a gente diversa llena de inquietudes frente a su propósito y a equipos a encontrar su punto de encuentro es un desafío que me reta y define claramente mi capacidad de aporte.
Pero de todas, conocer de cerca, íntimamente si se quiere, a miles de personas, de seres humanos maravillosos de los que a diario, sin excepción aprendo, es, sin duda, un regalo que me compromete a devolver. Tener la oportunidad de ayudar a alguien a que encuentre un mejor camino para su realización no tiene precio, nutre, rejuvenece y da un sentido de felicidad y propósito que sin duda me compromete.
Tenemos que regalarnos espacios de reflexión. Por supuesto un sabático ayuda: al final tuve tiempo de sobra para pensar en el futuro. Pero hay mil formas diferentes y alternas para deternos un instante a pensar en -para que llegamos- y -cómo nos queremos ir-. Hace una diferencia increible el encontrarlo y hace que el camino no solo sea mucho más liviano sino sobre todo infinitamente disfrutable.