No soy muy dado, mucho menos en espacios tan especialiados como este, a hablar de política. Creo además que las posiciones personales frente a un tema tan delicado, tan sensible y tan personal como es el del voto, en la práctica tienen poca capacidad real de infuenciar a gente grande, madura y con formación que seguro ha decantado su posición política y electoral con fuentes mucha más fiables que la mia, que para este caso en particular, soy solo un Colombiano más con posiciones propias ya decantadas.
Estoy en un proyecto en Europa que arrancó en Madrid y me tocó ver desde allí el último debate de las elecciones Francesas entre Le Pen y Macron. El escenario lo guiaba un solo periodista que le hacía las mismas preguntas a cada candidato sin interrumpir y con un sistema de cronómetro acumulativo lo que en la práctica hacía que si un candidato se volaba el tiempo, ese era un tiempo que se le acumulaba al otro candidato de forma tal que al final del programa cada uno hubiere hablado exactamente la misma cantidad de tiempo.
Esto sinembargo no fué lo que me impactó. Lo que más me impresionó es que los dos candidatos estaban sentados uno frente al otro (no frente al público), mirándose a los ojos, a un metro de distancia, de forma tal que lo que decían y pensaban se lo decían a la cara, sin tapujos, de manera directa. Un despliegue de democracia interesante, distinto a la nuestra que ha optado a hoy incluso por sumprimir los debates con mil excusas de todo tipo por parte de uno y de otro, pero en la práctica, porque la verdad, o poco creible tienen para decir, o, peor, nada tienen que decir porque no lo habían pensado y por lo tanto, no lo tienen en su agenda.
Yo decidí por un voto en blanco lleno de nostalgia. Lo hago por convicción democrática. A mi que me empaquen el argumento de que en segunda vuelta simplemente hay que votar por el menos malo, o de que mi voto será entonces un voto para el contendor. Donde queda ese sagrado derecho por controvertir con el voto la pobreza de la campaña, la falta de ideas, los malos equipos, la ausencia de programa, la violencia en el discurso, la trampa, las bodegas, la trivialidad, la mezquindad, o el desenfado con que uno y otro nos comunican en plaza disfrazada o en tik tok (por dios en tik tok) como si esto fuera un circo y nosotros espectadores de una muy mala obra circense. Una total falta de respeto. Un insulto a la inteligencia. Un insulto a la democracia y a los Colombianos.
Esta campaña dejó ir a los que a mi personalmente más me gustaban: por serios. Y creo que había varios. Opinión por supuesto personal pero entiendo que estos, que además eran opciones menos radicales, en nuestro país nunca han gustado. Tal vez por esto nunca, nunca, he votado por un ganador. Pero tampoco tengo por que claudicar mi derecho a la protesta, a no sentirme representado y además, con el voto en blanco, a mantenerme digno y con capacidad de criticar que es uno de los piláres de la democracia.
Tampoco me van a llevar a votar por miedo. De ninguna manera compro este argumento. Miedo a que?. Si es que en Colombia, algo que tristemente se da uno cuenta cuando toma un avión, todos, sin exepción, o apenas sobreviven o viven mal. Los que tienen, que son pocos, por que defienden con rabia castillos de cristal. Un país en donde la gente que ha hecho su patrimonio por encima y legalmente, a lo bien, lo hacen para encerrarse en casas grandes o en clubes o en sus fincas de recreo llenos de muros, de alambres de pua, de sistemas de vigilancia para “reducir” el riesgo. Pagan mucho por vivir en ciudades donde caminar es casi un lujo, no hay espacios verdes amplios, no hay parques, y no hay seguridad en las pocas zonas habilitadas para hacerlo. Apología de lo privado por una carencia casi que absoluta de garantías.
Ni hablemos de los que no tienen. Esa inmensa mayoría que no ha tenido acceso a lo que en los paises desarrollados se logra con el uso adecuado de los impuestos. Aquí se los roban en parte, y lo que queda se diluye administrado por un estado ineficiente, gobiernista (lo que hace que los ciclos se rompan cada cuatro años), corrupto, y en excesivo burocrático.Dificil así construir políticas públicas coherentes que le permitan al de a pie tener buena infraestructura, salud, educación, recreación, cultura, y seguridad que son el sustento mínimo para construir futuro. El pobre en Colombia (país con una mínima clase media) es realmente pobre, apenas sobrevive y por lo tanto, y como no, se nutre tambien del resentimiento y de promesas vanas porque siempre habrá derecho a tener esperanza cuando cada cuatrienio se han cansado de las vias de hecho que en este país, tampoco sirven.
En el trasfondo, tema que se esconde debajo del tapete, una economía subsidiada y sustentada por la droga que derrama millones de dolares que siguen circulando, que nutren el contrabando, y que emplean a una gran cantidad de población que se ha acostumbrado a que en un país sin justicia la ilegalidad es opción de vida. Ilusos los que creen que esto se va a acabar rociando el campo de glifosato o arrancando matas a mano. Estuve allí, en el sitio, viendo como se maneja la erradicación a minutos de tumaco y les aseguro: no funciona ni funcionará nunca. Simplemente no es viable.
Trabajo en el negocio de las evidencias en talento. Atraer gente con probadas calidades para gestionar con la idea, de que esa experiencia pasada, avale el que lo replicará en el futuro en escenarios similares. Es lo que los viejos llaman reputación que no es nada diferente a mostrarse sabio o técnicamente capaz para asumir retos futuros de igual o mayor complejidad.
En este oficio hemos aprendido que al final, en la matriz de riesgo, nuestro oficio es minimizarlo entregando talento capaz, comprometido y motivado pero con experiencia. Rara vez improvisamos y nunca ofrecemos un talento para “ver que pasa” o “que tal que nos sorprenda”. Simplemente no pasa.
Este sesgo profesional hace que cuando me paro frente a los que haceres del estado busque eso, un estadista. Alguién con capacidad probada de administrar la cosa pública, de lejos la más dificil por compleja, por grande y por que a diferencia del ámbito privado, destinar y administrar los recursos es incluso menos complejo que atender bien el cliente final: ese ciudadano expectante, ilusionado y en Colombia pobre que cada cuatro años vota con la ilusión de un cambio.
Ese cliente, esta vez, votó en primera vuelta contra el sistema. Un acto de dignidad sin duda, pero también un acto de desespero. Se aferró a lo que nunca hemos perdido: la ilusión, la esperanza, la posibilidad de un cambio que se les ha negado por décadas en donde poco ha cambiado salvo un debil y muy lento movimiento de los indicadores sociales que a ese ritmo nunca generarán un cambio.
Por eso no puedo votar por estos dos candidatos. Por que Petro se me probó ya como un mal gobernante. Fue el alcalde de mi ciudad y lo hizo muy mal entre otras y sobre todo por su incapacidad de liderar con tino. Petro no oye, no arma equipo, y trae una mancha de odio y rencor que se nota en su discurso y divide, divide mucho en un país que necesita para su cambio cultural y económico de alguién que no polarice que nos ponga a pensar al unísono en un propósito de cambio común. Esta muy mal rodeado por demás, improvisa siempre con un discurso elaborado y fantaseoso y lejos está de ser un hombre probo.
Rodolfo es más triste todavía. Uno de esos inventos desesperados de la democracia, fabricado a punta de redes, esas que se usan para divertir, sin equipo, sin programa, y con el único aval de ser rico como si eso para gobernar fuera un sello de calidad. Su mensaje es efectista, simplista por no decir simplón (es que prometer acabar con la corrupción es un canto a la bandera), y su estilo personal vulgar, desenfadado, el del matón de esquina que tanto le gusta a este país que cree que un caudillo frentero es sinónimo de un lider creible. Ese estilo también divide. Ese estilo no construye equipos durables. Ese estilo no mueve las fuerzas del estado sino que las confronta y se va a encontrar a los cinco minutos de subir que en Colombia no es posible gobernar por decreto presidencial, al menos no frente a temas estructurales y de largo plazo. Es un payaso en el ocaso.
Por eso me quedo con mi voto en blanco al que tengo derecho. Suba quien suba sin mi apoyo, este país estará, una vez más, en manos de gente incapaz.