Ayer un nuevo amigo me hizo una reflexión que me quedó resonando y que quiero compartir con ustedes. Algo había escrito antes de este tema pero llegó en un momento preciso y por supuesto tiene que ver también con mi anterior post sobre el Ikigai, y es esa tendencia a definirnos por lo que hacemos.
No conozco una sola lápida que diga: “ingeniero civil con más de cuarenta años de experiencia profesional y logros probados en las empresas xxx, yyyy y zzz”. No. Dirá de pronto que fue una buena esposa, un padre amoroso, una gran amiga, una abuela tierna y cariñosa, o un gran miembro de su comunidad. Que se yó. Dirá lo que fuimos, resaltará las relaciones que construimos, enaltecerá sus valores, sus principios, su forma de ser. Su que hacer y sus logros, serán parte claro de una reputación que ayuda en la medida en que esta haya estadoligado a su propósito y haya tenido impacto en algo que es más grande que nosotros mismos, pero al final somos lo que somos, no lo que hacemos.
Lo digo porque nuestra sociedad tiene una clara tendencia como dice mi mamá a pesarnos antes de saludarnos, y a definir lo que somos por los títulos y el estatus que va ligado a nuestro momento profesional. Es como si nada más importara. Son rótulos transaccionales, inmediatistas, que dan valor a nuestra posición en la escalera gerencial, al título de la tarjeta, pero que olvidan claramente que detrás de toda esa fachada tan puntual, y a veces tan efímera, hay un ser humano lleno de condiciones personales, de historias, de anécdotas y de lucha interna por ser no por hacer.
Gracias a quien me hizo la reflexión por permitirme pensar una vez más en el tema. Trataré de incorporarla con mayor consciencia la próxima vez que conozca a alguien y que en vez de preguntarle que hace? o donde trabaja?, le pregunte usted quien es?.