” Aquí no respetan la Joda”
Toñito
Nuestra inserción en el mundo capitalista se dio a edad temprana. Apasionados del Monopolio, maestros si se quiere en el arte del juego inmobiliario -sabíamos que aquel que se quedara con el “Paseo Bolivar” era el ganador-, después de largas faenas recogíamos con mis hermanos las fichas, guardábamos en los bolsillos los billetes, y salíamos ya caída la tarde a negociar con Toñito.
Toñito era un ser de película. Loco, feo, sucio, decorado con cuanta baratija y alambre encontraba en el camino, era, a pesar de su esquizofrenia avanzada que lo hacia muy particular, inofensivo y muy creativo. Llegaba a la finca puntual a las 6 todas las tardes en busca de un espacio que mi tío le prestaba para dormir,de un plato de comida, y de la oportunidad de vendernos piñas que se robaba en el camino y que nosotros después de una dura negociación le pagábamos con nuestros billetes de Monopolio.
El negocio prosperó durante algunos meses, hasta que, supongo, Toñito quiso gastarse sus ahorros en alguna tienda de la que lo sacaron a palo por ladrón, reclamó airadamente nuestro “inocente” error, y mis papás tomaron cartas en el asunto antes de que termináramos de socios de Interbolsa.
A pesar del engaño Toñito siguió yendo a la finca. La última vez que lo vi se había enfrentado airadamente a mi abuelo. Le habíamos prestado hilo para coser sus pantalones, específicamente su bragueta, lo que hizo con mucho esmero. El problema es que lo hizo con el miembro por fuera, y a mi abuelo no le pareció que para la niña -mi hermana- que a su tierna edad no conocía de aquello, fuera un espectáculo edificante y decidió regañarle en forma. Se fue vociferando, dando insultos con un sentimiento de entre rabia y tristeza diciendo: “Es que aquí no respetan la Joda”.
Tengo sentimientos encontrados frente a la decisión de mi abuelo, y no por evitar “tamaño” espectáculo, sin duda no el apropiado para unos niños que se estaban apenas formando, y que dicho sea de paso, nunca aprendimos a coser nuestros pantalones;el tema de fondo es que, en general, como al resto de mis compatriotas, nos cuesta respetar la joda.
Joda: Primera persona del singular presente, modo subjuntivo del verbo “joder”, es, entre otras acepciones, el real derecho que tenemos a expresar enfado, irritación o sorpresa. Es el derecho que tenemos, o tendríamos si no hubiéramos sido educados los Colombianos a callar, de protestar abiertamente ante la injusticia. Es el derecho a revelarnos, con decisión y valentía -difícil en el país del temor reverencial-, sin miedo a las consecuencias frente a los abusos de poder en cualquiera de sus instancias. Es el derecho a disentir -incluso cuando se es ex presidente-, sin ser tachados de apátridas cuando se pelea por una visión así no estemos de acuerdo con ella.
Este país se ha ido quedando sin gente que en todos los ámbitos, tenga la valentía de estar en desacuerdo; por eso cuando se protesta se hace en general con violencia. Al país actual, en donde pareciera que todo tenga que ser consensuado -por eso nos quedamos sin partidos políticos- le están faltando lideres con la capacidad, pero sobre todo con la valentía de Joder.
Asi que, como decía la ilustre literata y poetisa Guatemalteca María Josefa Garcia Granados (así lo haya escrito con otro sentido): “…joded sin pena, que la salud sin esto nunca es buena. Joded por la mañana y por la tarde y de solo joder haced alarde”.