“Nos medimos por todo aquello que nos sentimos capaces de hacer, mientras que los demás lo hacen por todo aquello que ya hemos hecho” -Henry Wadsworth
M uchos creen por mi oficio que soy psicólogo de profesión. La verdad es que soy Abogado, aunque no le dediqué un solo minuto de mi vida profesional a su ejercicio. Trabajé de estudiante varios años como aprendiz de abogado en una prestigiosa empresa, y creo que fue precisamente esa experiencia, en donde me aburría como ostra, la que me hizo tomar la decisión, habiendo terminado mis estudios, de salir corriendo a buscar mi verdadera pasión en el mundo de los negocios.
Traigo a colación la historia, porque de un lado es muy común el haber errado nuestra vocación profesional (yo, afortunadamente me di cuenta rápido), pero de otro lado es bien difícil tratar de hacerse campo en un espacio diferente cuando no se tiene ni el conocimiento ni la experiencia.
A esta realidad se le ha llamado en el mercado la “Paradoja del Permiso” que no significa nada diferente que la realidad de no poder conseguir un trabajo sin la experiencia, al tiempo que no podemos conseguir la experiencia sin el trabajo.
En mi caso creo haber tenido algo de suerte: Un curso de 6 meses en el Banco de Bogotá para ser gerente, y una vez terminado, la bendición de haber conocido en el Citibank con Gloria Anne Larkin, una salvadoreña que desde la misma entrevista descubrió en mí dos cosas: que no tenía idea alguna de riesgo bancario, y que tenía unas ganas infinitas de aprender y de quedarme con el cargo. Ella se comprometió conmigo a enseñarme y la recordaré siempre como una de las mejores jefes que haya tenido.
Esa misma suerte, sin embargo, no la corren todos. Incluso aquellos que tienen definida su estructura vocacional y la validan desde la Universidad con un “sobresaliente” en sus notas, muchas veces chocan con un mercado que sigue y seguirá por algún tiempo prefiriendo la experiencia sobre el potencial, y que pone todo tipo de trabas a “correr riesgos”, aunque la economía global muestre hoy claras evidencias de que, de todas las competencias exigidas, las más relevante hoy es la capacidad de aprender con agilidad.
En estadios iniciales de carrera el tema puede no ser tan dramático, al fin y al cabo, salimos todos de la universidad siendo “producto en construcción”. Los reclutadores se fijan muchas veces más en el potencial en donde la actitud, el entusiasmo, las habilidades de comunicación, la ética de trabajo y la capacidad de aprendizaje pesan más que la experiencia. En estadios de madurez profesional, sin embargo, el mercado es bien miope, exige casi que con exclusividad experiencia, castiga salarialmente un cambio de carrera o de función y la paradoja del permiso se convierte bien sea en un obstáculo paralizante o en una profecía auto cumplida.
Si bien es más fácil vencer esta realidad siendo un profesional joven que definitivamente va a encontrar menos resistencias del mercado frente a la experiencia, los siguientes consejos pueden ser útiles no importa su nivel de madurez gerencial:
El mercado va a cambiar. Vengo insistiendo que estamos a minutos de que se llegue incluso al extremo de obviar el título universitario (ya en programación es una realidad). La paradoja del Permiso seguirá siendo, sin embargo, una realidad que hay que aprender a manejar con inteligencia.