D e acuerdo con CB Insights existen hoy 403 compañías privadas que hacen parte del “Global Unicorn Club”, es decir tienen una valoración superior al Billon de dólares. De las 403, solo unas pocas son Latino Americanas: Nubank, brasilera que ya entra en la clasificación de los “decacorns”, (es decir está valuada en $10 B), Lifemiles, colombiana valorada en $1.15 B; Rappi, colombiana valorada en $1B; Ifood, brasilera valorada en $1B, y QuintoAndar, brasilera valorada en $1B.
Los honores en cuanto a número los comparten los emprendimientos Chinos y Norte Americanos que unidos hacen más del 72% de esta lista (ver lista completa en www.cbinsights.com), destacando dentro del grupo Americano empresas muy conocidas como Airbnb, We Work y SpaceX cuyos fundadores hacen parte de esa élite de emprendedores hoy comparables con las grandes estrellas del deporte y de la farándula internacional.
El problema, en mi humilde opinión, no es que el mercado los eleve a la estatura de vedettes (quilates tenían para salir en la foto), ni que sus capacidades emprendedoras los catapulten al estrellato en este mundo global hoy tan pequeño y ávido de buscar referentes dignos de imitación.
El problema es que como sucede frecuentemente con los jugadores de futbol, que en la mayor parte de los casos recorren un camino “fast track” desde la pobreza extrema hasta la de millonarios, es que lo hacen sin estar preparados para asumir la fama y el dinero y en no pocos casos echan al traste su carrera, su futuro y su patrimonio dedicados a las drogas, el sexo y el rock n´roll.
Se cuentan por cientos las historias de vergonzantes famosos: Make Tyson, Dennis Rodman, Kim Basinger, Marvin Gaye, Burt Reynolds, Bjorn Borg, Garrincha, o Nicolas Cage. Nuestra farándula también tiene los suyo: Pambele, Ivan Rene Valenciano, Maria Eugenia Davila, o José José. Sin embargo, una cosa es la irresponsabilidad propia, y otra muy diferente el que la inmadurez ponga en riesgo empresas en donde el capital que se pone en riesgo ya no es el propio.
La semana pasada We Work anunció no solo el retiro del tan anunciado IPO sino además la dimisión de su CEO y fundador Adam Nuemanns. Conductas antiéticas con agenda propia, debilidades evidentes en su estilo gerencial, pérdidas constantes que atentan contra el modelo de negocio y sobre todo de crecimiento desmedido, pero sobre todo una vida personal llena de excesos llevó a que la valoración de la empresa cayera de los US$47Bil a cerca de US$32B.
Así como el ecosistema empresarial actual habilita los crecimientos desmedidos en pocos meses, el mismo marco en el que hoy opera la economía castiga sin misericordia errores no solo de concepto sino sobre todo de liderazgo.
Ya el mercado había dado muestras claras de esto destruyendo la valoración de Theranos (la empresa de análisis de sangre) y del mismo Uber cuya acción ha ido hacia la baja desde su lanzamiento en bolsa entre muchas otras cosas porque el modelo de liderazgo de su fundador iba en contra de todos aquellos valores que hoy premia el mercado.
El problema no es solo que We Work esté dando pérdidas a dos manos (perdidas por cerca de US$900MM este año); es definitivamente todo aquellos que adorna la historia de estos jóvenes líderes que se les sube el éxito a la cabeza, se rodean de la gente que no toca, y cambian de la noche a la mañana todo aquello que los hizo exitosos haciendo gala de su lado oscuro (todos lo tenemos) que en algunos casos no solo es oscuro, es negro.
Los grandes emprendedores, generalmente, tienen debajo de su genialidad dos motivaciones subyacentes: Una gran capacidad por generar resultados y un enorme motivador llamado influencia, es decir una visión de cambio del mundo y sus modelos que es entre otras, y en este orden, lo que atrae a sus colaboradores que lo siguen como parte de un culto sagrado.
Cuando se pierde el foco, es decir, se deja de lado la visión, el elemento unificador se reduce a uno: dinero. Cuando como le pasó a Neumann la semana pasada, se echa al traste también este elemento, y en una noche se pierde cerca del 70% de la valoración, la desbandada no se hace esperar.
He sido un gran admirador de We Work. Creo en el modelo, me encanta. Por eso soy uno de los primeros en pasar a la fila de los decepcionados. Les va a costar borrar todo el reguero de mugre que han dejado tras el escándalo.
Tal vez la mayor enseñanza de este desastre es que todo emprendimiento tiene dos momentos que demandan estilos de lideres diferentes. Neumann se demoró mucho en ceder la batuta. De haberla cedido, tal vez sus excentricidades hubieran quedado solo en su fuero interno. Hoy, hacen, desafortunadamente, parte del ADN de We Work.