“Mis amigos son unos atorrantes, se exhiben sin pudor beben a morro, se pasan las consignas por el forro y se mofan de cuestiones importantes” – JM Serrat
Carl Jung, el famoso psicólogo suizo fundamental en el nacimiento del psicoanálisis y fundador de la escuela de psicología analítica, hizo varios análisis alrededor de la que el denominaba la etapa de la “mitad de la vida”.
Jung decía que la primera mitad de la vida se caracterizaba por la expansión y la segunda mitad por la introversión: “lo que la juventud encontró, y debía encontrar afuera, el hombre de la tarde debe encontrarlo en su interior”.
Jung veía en esta etapa de madurez, que el llamó de la “individualización” o realización de si mismo, no una declinación vital, sino al contrario una maravillosa etapa de integración y crecimiento personal.
En esta edad, y me incluyo porque ya pasé el quinto piso, la mayor parte de mis congéneres, podemos a veces seguir un poco perdidos frente a lo que somos y lo que nos gusta, pero empezamos a aceptar con desenfado aquellas cosas que no nos gustan, no toleramos y para las que, desafortunadamente, ya no somos o fuimos buenos.
El problema, creo yo, está en esa continua tensión, lucha para ser más exactos, que tenemos casi todos los seres humanos en aceptar las realidades que llegan con la edad, los beneficios que en algunos casos trae si se les aprovecha, y ponerlo a disposición de nuestro entorno productivo haciendo un pacto explícito con este para poner nuestra experiencia a su disposición.
Y es que, con el perdón de mis muy admirados Millennials, las canas si importan y más en este nuevo entorno en donde, en la mayor parte de los casos, los cincuentones de hoy, se parecen mucho, en lo bueno y en lo malo, a los cuarentones de hace algunas décadas.
La genética de un lado, la ciencia de la salud de otro, los avances en la nutrición, los cambios culturales alrededor del ejercicio y el deporte, la vanidad con sus nuevos juguetes y en general una actitud generacional de eterna juventud hoy además internacionalizada, han hecho de esta, una generación de jóvenes “maduros” con los pros y contras que esto trae.
Esta edad llega sin duda con la crisis típica de la edad mediana, ese monstruo de la media noche que nos ataca sin piedad, haciéndonos tan vulnerables frente a la existencia, dudando de todo o casi todo de lo que hemos construido, y replanteándonos parte importante de nuestra realidad de vida que por momentos nos pone a tambalear.
Una vez superada como dice Jung, les damos a nuestros temores cristiana sepultura, o simplemente los incluimos como parte de nuestro kit de vida, y los exhibimos sin temor, a veces con cinismo a sabiendas que al final no son tan importantes y pueden ayudar a los nuestros, a nuestras organizaciones y a los jóvenes que nos siguen, a aprender que la vida como diría el cantante es un ratico y a darle peso específico a cada momento.
Aquí es donde la cultura importa. Lograr hacer un pacto real con nuestras organizaciones para usar lo mejor de estos jóvenes maduros que tienen mucho de sabios pero están llenos de ganas y energía, para que, con la ayuda de los que vienen, armar mancuernas de creatividad e innovación, sin dejar a un lado la experiencia que por momentos se desecha tan fácilmente.
La juventud es un divino tesoro, pero está llena de inseguridades que también se notan. Yo sé que los grandes Unicornios son hoy liderados por jóvenes inteligentes y llenos de energía con ganas de comerse el mundo. Su lente, sin embargo, y esto lo tengo validado, es muchas veces un lente distorsionado por la fama, el ego y el dinero que es un coctel peligrosísimo que embriaga a más de uno.
Nada más valioso para una organización actual, que contar con la sana mezcla de jóvenes audaces, con ejecutivos senior. Los primeros traerán la energía, los segundos el equilibrio. Los primeros la velocidad, los segundos la capacidad analítica. Los primeros el hambre los segundos el ojo crítico para el sano manejo de los gastos y las inversiones. Los primeros el afán por el resultado, los segundos la planeación.
El gran riesgo que le veo a las nacientes organizaciones lideradas por muchachos,es que han comprado un discurso equivocado de que pueden solos: Nada más equivocado. Los 50s son los nuevos 40s, y allá afuera hay un sin número de ejecutivos con la experiencia adecuada, una enorme pasión por aportar, quilates en sus análisis, kilómetros recorridos con mucho éxito y la madurez que dan los años y que por momentos tanta falta le están haciendo a las organizaciones nacientes.