“Una persona que trabaja en un arte mediante el cual puede obtener beneficios y virtudes juntos, debe considerarse afortunado” – Cronelis de Bie
E n una carta enviada a su gran amigo Giovanni da Pistoia, Miguel Angel le contaba alrededor de su trabajo en la Capilla Sixtina: “Me siento en una trampa. Por el frente siento mi piel estirada y tensa pero en la espalda se arruga y se pliega. Este es mi estado: Arqueado y tensado como un arco Sirio. Tengo además extraños pensamientos. Terminaba diciendo: “No estoy en el lugar correcto. Yo realmente no soy un pintor”.
Suena increíble, sobre todo viniendo de quien se inmortalizó entre otras con esa gran obra, pero la humanidad en general se ha encargado de mitificar la pasión, el amor y el gusto que debieron rodear tan increíbles obras, y el genio y la felicidad detrás de su autor, que como vemos le supo a cacho parte importante de su realización.
El por qué la hizo también nos hemos encargado de mitificarlo. Seguramente la literatura se ha encargado de darle un tinte de pasión por el arte, amor a la patria, fidelidad a su genialidad o simplemente el seguir una visión divina, la invitación de su dios a inmortalizar la iglesia. La verdad puede ser un poco más prosaica: Que tal por ejemplo por ego, por que necesitaba el dinero, porque como dicen los millennials estaba desparchado o finalmente porque a un Papa entonces como ahora a un Presidente, simplemente no se le dice que no.
El ejemplo sin embargo nos sirve para poner de relieve una realidad histórica que ha venido deformándose aún más con el tiempo, y que se vuelve caótica en nuestros tiempos, y es que los grandes, aquellos que los envuelve el éxito en su trabajo, siguen su pasión y se llenan de felicidad con su trabajo.
En esto ha ayudado por supuesto la religión que realza el trabajo al nivel de virtud y el sistema capitalista en si mismo, que, frente a ausencia de otros mejores, se ha llenado de argumentos para legitimar relaciones generalmente desiguales entre los empleadores y sus empleados.
A esto agreguémosle una deformación generacional. Nos encargamos de alguna manera de venderle a las nuevas generaciones una realidad que todavía no se compagina con la realidad del mercado. Ese discurso de “sigue tu pasión”, “busca tus sueños” y finalmente “asegúrate de ser feliz en el trabajo” , que está tan arraigado en las nuevas generaciones, está generando un caos enorme y no porque no sea posible, sino porque como le pasa a todo el mundo simplemente no es una variable constante.
El mundo laboral es un mundo imperfecto, como lo es la vida en si misma. Allá afuera, incluso frente a aquellos calificados de “Great Place to Work” (en mi opinión una gran mentira), se van a encontrar con trabajos estériles, jefes tiranos, culturas tóxicas e incluso cuando sean al contrario buenos sitios para trabajar (que los hay muchos), el trabajo en si mismo es un proceso no un estado y va a estar revestido de una gran cantidad de sacrificios y de dificultades.
Estamos viviendo una época de disrupción profunda en la cultura interna organizacional. Hoy el éxito en la vida muchas veces se confunde, en el ideario social con el famoso “donde trabajas” y por otro lado trabajo y vida se han imbricado de forma tal que es difícil diferenciar donde empieza la vida y donde termina el trabajo. Estamos trabajando 24/7 de la mano de la tecnología que nos mantiene conectados.
Esta realidad, con las ventajas y desventajas que genera, impone como nunca antes, contar con la disciplina personal, la resiliencia, la capacidad física, y la tenacidad mental para adecuarse a un entorno laboral mucho más exigente y mucho más riesgoso.
No soy de los que creo como dice un pariente que el trabajo es tan aburrido que nos pagan por eso. Tampoco creo que existan culturas internas que nos garanticen la felicidad. Quien ponga toda las cartas en la mesa de su trabajo esta jugando la mano equivocada. El sano equilibrio radica en tener la inteligencia de saber que la felicidad plena no existe, tampoco en el trabajo, y que la vida demanda disciplina, humildad, capacidad de aguante y algo de vocación de sufrimiento, todas estas, capacidades que se construyen.
Someter pues a nuestros hijos y a estas nuevas generaciones a la mentira de que van a ser totalmente felices en el mundo laboral, puede generarles una frustración enorme. Ojo!!.