D e la mano del pánico colectivo existente en el mundo corporativo alrededor de los evidentes cambios en los modelos de negocio, pánico sustentado en la aparición de nuevas organizaciones que hoy dominan el escenario internacional y las portadas de las revistas de negocio, se empieza a hacer evidente cómo este racional que aplica a la empresa, baja en cascada hacia sus ejecutivos que hoy temen por su futuro.
Y es que no se trata solamente de profesiones u oficios que han sido señalados como obvios por ser el centro de la amenaza de desaparición en el corto plazo. Mucho se ha escrito sobre la desaparición, de la mano de la Inteligencia Artificial, de oficios como el de taxista, azafata, cartero, agricultor, cajero, agente de viajes, piloto, soldados, contador, chef, comisionista de bolsa o trabajador de la construcción para mencionar sólo algunos. Se habla igual de la desaparición de trabajos dedicados a labores menos operativas hoy bien pagos por su capacidad analítica.
Recientemente MIT anunció la creación de un nuevo centro, el Stephen A Schwarzman College of Computing, que con un presupuesto de arranque de mil millones de dólares (una porción relevante de nuestro reciente ajustado presupuesto total para la educación) se dedicará a llevar el poder de la computación y la inteligencia artificial a todos los campos de estudio.
La idea, tal como lo anunció la institución, es “educar a los profesionales bilingües del futuro” entendiendo ahora como bilingües a profesionales que en campos como la política, la historia, la filosofía, la biología o la física, puedan aplicar las tecnologías modernas como AI, machine learning o ciencia de los datos a sus campos de acción.
Al mismo tiempo Google presentaba estudios la semana pasada que demuestran cómo sus algoritmos de análisis de datos son capaces de identificar tumores en cánceres de mama con un 99% de precisión. Ya la discusión sobre el desplazamiento del trabajo de los radiólogos la había ventilado una de las fundadoras de la compañía india de diagnóstico de imagen médica Qure.ai, que afirma que los radiólogos que habían participado en el emprendimiento, una vez adiestrados en el uso de los algoritmos, en vez de sentirse desplazados estaban dando una mejor utilización al uso de su tiempo.
Esta realidad, la de la sustitución del ser humano por máquinas pensantes que ya no sólo van a ser capaces de reemplazarnos en actividades físicas en donde evidentemente ya están mejor dotadas, sino además en actividades cognitivas en donde se empieza a mostrar evidencia de su capacidad, se ha vuelto la obsesión de futurólogos tan importantes como Yuval Noah que en su último libro “21 lecciones para el siglo XXI” habla abiertamente de una generación de inútiles, es decir de una próxima generación en donde las capacidades analíticas, de procesamiento e incluso creativas de máquinas que hoy ya aprenden, serán capaces de sustituirnos del todo.
Creo francamente que por aquí la humanidad ya pasó varias veces. No es la primera vez que nos enfrentamos a tecnologías que iban a eliminar nuestros puestos de trabajo del todo. Sino pregúntenle al sindicato de Ford que se opuso tajantemente a su modelo de ensamble en línea por que iba a acabar con la industria, cuando sucedió todo lo contrario, le permitió a una gran cantidad de seres humanos que nos pudiéramos movilizar en autos baratos, contratando de paso a miles de personas.
A mi juicio la discusión sobre nuestra viabilidad futura como humanidad, que encuentra en el trabajo una razón lógica de realización y supervivencia, no se detiene en satanizar las nuevas tecnologías, sino en aprenderlas como parte de nuestro nuevo catálogo de habilidades.
Hoy, de acuerdo a encuestas recientes, el 42% de los ejecutivos creen que las Inteligencia Artificial tendrá una importancia crítica en el desempeño de sus compañías en los próximos dos años (el 58% no tiene ni idea de que les están hablando), pero solo una pequeña fracción de aquellos que lo afirman están realmente haciendo algo para construir capacidades organizacionales que hagan uso de ellas como palanca de creación de valor: es todavía ciencia ficción.
El mensaje pues a mi juicio es claro: Durante la próxima década la Inteligencia Artificial no va a reemplazar a los ejecutivos ni directivos, pero aquellos que utilizan la Inteligencia Artificial si van a reemplazar a los que no lo hacen.
Como siempre ha sucedido, los individuos y las organizaciones que viendo una realidad futura tan evidente, se dedican a construir capacidades internas para apalancar su vida y su modelo de negocio en estas, terminan contando historias de éxito. Los demás asumen que el cambio llegará más lento, o que serán capaces de ordeñar la vaca lechera unos cuantos años más sin hacer las inversiones que exige la era del conocimiento.
Igual reflexión aplica a la educación de nuestros hijos que más doctos que nosotros en estas tecnologías, siguen muchas veces aprendiendo como lo hiciéramos nosotros que si no nos pellizcamos seremos sin duda, inútiles en retiro forzoso..