U no de los grandes clásicos de la literatura gerencial es el libro de Joseph Badaracco “Cuestiones de Carácter”. Badaracco, profesor de la escuela de negocios de Harvard, le ha dedicado parte importante de su vida al trabajo de liderazgo desde una perspectiva de la ética en los negocios y de la ética del líder, tema que no era, para ser francos, el más sexi en el curriculum de la escuela de negocios.
Buscando alternativas, Badaracco decidió enfrentar su clase a través de grandes clásicos de la literatura, utilizando pasajes de Arthur Miller, Joseph Conrad y el mismo Sofocles entre otras para plantearle a sus estudiantes los grandes dilemas éticos del líder, y de cómo, cuando el liderazgo tiene una base de valores clara que encaja con la visión de la organización, termina construyendo culturas internas no sólo más fuertes sino además con modelos que por ser claros, liberan a sus trabajadores de los conflictos típicos de los liderazgos borrosos.
Badaracco señala que muchas veces los empresarios se enfrentan a situaciones difíciles cuando intentan tomar decisiones que involucran dilemas éticos, recurriendo en la mayor parte de los casos al sentido común, o a la famosa prueba del sueño: “si duermo bien y no tengo remordimiento es porque estoy haciendo lo correcto”. La verdad es que, desafortunadamente, el mundo corporativo desde la famosa estafa de Carlo Ponzi en 1920, sigue mostrando que una de los grandes problemas del liderazgo global, en todos los campos, sigue siendo el de líderes con éticas “relajadas” y “flexibles” como han querido ellos llamar a su bajeza moral.
En este sentido en Colombia tenemos un problema de marca mayor que francamente no se está abordando desde la óptica correcta y con la vehemencia requerida. En lo público, ninguno de los candidatos a la Presidencia tiene en este sentido propuestas edificantes. Atrapados por sus partidos y por los caciques que siguen poniendo parte importante de los votos en este país, todos, escudados en la ineficacia de un sistema judicial que no juzga, han aceptado alianzas tenebrosas. Hablan de “corrupción” como una abstracción, como un genérico, y no proponen cambios culturales profundos y definitivos que nos lleven como sociedad a un cambio de norte.
En lo privado es pan de cada día. Odebrecht es sólo la punta del Iceberg de un sistema que se ha nutrido de la corrupción para alimentar al hombre del medio, ese que se encostra en las burocracias públicas y privadas, para hacer “viable” un negocio, una propuesta, un proyecto o un puestico en agradecimiento a un favor.
Vivimos en una sociedad que se alimenta de la corrupción, que edifica al vivo, al zorro, al bandido, y que en todos los campos de nuestra sociedad convive con esos parásitos de moral dudosa como parte del circulo que “hay que tener” para sobrevivir en esta jungla que hemos construido.
Los sistemas de creencias son definitivos para darle piso a una cultura. Son el pilar sobre el cual edificamos sistemas sólidos, y los líderes que han sido capaces de armar estructuras viables y rentables tienen una serie de características que los hace no solo verdaderamente diferentes, sino como dice el poema “hombres indispensables”:
El mundo quiere nuevos modelos de liderazgo. Necesita seguir hombres con sentido de trascendencia, creatividad para cambiar el establecimiento, pero sobre todo valor para aferrarse a un sistema de creencias que construyan camino, que nos den un marco de coherencia y que muestren una pequeña luz al final del túnel de que se puede vivir con un nuevo marco de valores.