P arece una epidemia. El movimiento iniciado en Hollywood que saco a la luz pública los abusos del famoso productor Harvey weinstein a más de 80 mujeres, que ha recorrido el mundo bajo el nombre de #Metoo, y que ha sumado innumerables casos de victimas famosas, empieza a generar consciencia global tomándose las redes.
A estas denuncias se ha sumado la iniciativa de más de 300 actrices llamada Times Up (Se acabó el Tiempo), que ha recogido ya cerca de 13.4MM de dólares para un fondo que pretende enfrentar el acoso sexual tan generalizado en la industria del entretenimiento. Ya Bill Cosby, Mike Tyson, Roman Polanski, Woody Allen, John Travolta y el mismo Michael Jackson habían pasado por el filtro más de la sanción social que penal. Ya era hora de empezar un cambio.
Como escribió el New York Times , “Por primera vez en la historia a las mujeres se les está creyendo, y los hombres poderosos están cayendo como las fichas de un dominó”.
En Colombia, el caso de la periodista Claudia Morales salpica igualmente nuestra farándula local. Una forma particular de denunciar el hecho, genera señalamientos complicados que hoy tienen en la mira a nuestra vedetes locales. Justos por pecador, y silencio a medias (una forma equivocada de denunciar en mi opinión porque metió a todos sus exjefes en la misma paila), ha logrado sin embargo ponernos a todos a reflexionar, por fin , frente a una terrible realidad que se paseaba por los pasillos empresariales.
Al celebrarse el aniversario de la Línea 155 de la Policía Nacional que atiende casos de abusos y maltratos contra la mujer, se reveló que durante este tiempo se han recibido más de un millón de llamadas denunciando diferentes formas de violencia de género en el país. Si bien la Ministra aclaro que la mayoría de estas denuncias están asociadas con casos de violencia intrafamiliar, la funcionaria destacó que en los últimos años se presenta un aumento de las denuncias relacionadas con acoso laboral.
Según cifras de la Línea 155, entre 2015 y la fecha, se han denunciado 127 casos de acoso laboral. Esta cifra es por supuesto ínfima frente a nuestra realidad laboral. La mayor parte de las mujeres no denuncian por miedo a perder su puesto u otro tipo de represalias.
Según la OIT, el 10% de los trabajadores en el mundo sufre acoso laboral, siendo las mujeres las más expuestas, en especial, las menores de 25 años y las que están en modalidades de contratación precarias o temporales.
Al igual que en otras latitudes, en Colombia el problema tiene raíces muy profundas. A pesar de que nos preciamos de ser un país igualitario con altas cifras de inclusión laboral para la mujer, la realidad nos desborda y es bien lejana a los galardones que nos colgamos ante los organismos internacionales.
Salarialmente en Colombia la mujer está generalmente un 20% por debajo de los hombres. Sólo cuatro de cada diez cargos gerenciales son ocupados por mujeres que se reducen drásticamente cuando llegamos a la pirámide gerencial. Solo 1% de las 500 empresas más grandes del mundo son presididas por mujeres y sólo el 14% cuando se trata de posiciones del Junta Directiva. Esto no se compadece con su nivel de escolaridad. Las cifras en Colombia hablan de que un 56% de las personas graduadas de instituciones superiores en Colombia son mujeres.
Y es que existe el famoso techo de cristal que siempre ha existido y del que pocos hablan cuando se trata de inclusión y equidad laboral frente a la mujer. Paradigmas de fortaleza y liderazgo tan arraigados en esta sociedad que sigue siendo tremendamente machista limitan el ascenso de las mujeres a cargos directivos. Su embarazo, y su maternidad, son tenidos en cuenta, así no se quiera admitir, para limitar su ascenso.
La ley 1010 del 2006 quiso proteger bienes jurídicos de los trabajadores como su intimidad, honra y salud mental así como la armonía de quienes comparten un mismo entorno laboral. Buena intención que, para ser honestos de poco o nada ha servido en la práctica. Trasladar la carga de la prueba al acosado, cuando generalmente se da en entornos privados, es prácticamente imposible.
La única forma de generar un cambio, profundo, consciente, de raíz, es a través del liderazgo activo y de la valentía de esas miles de mujeres acosadas que sufren a diario los abusos de poder, el irrespeto y en no pocos casos el abuso sexual que una vez se denuncia tiene que ser de oficio investigado por la justicia.
El mundo está cambiando. Tenemos herramientas para enfrentar públicamente, defender penalmente y castigar socialmente a los agresores. La equidad y la justicia no puede ser un movimiento de género. Tiene que ser una causa de todos!