E n los Estados unidos ha hecho carrera la expresión “empresas zombies” para denominar a aquellas compañías (se usó mucho en el sector bancario durante la crisis) que siguen vivas únicamente gracias a las ayudas externas (públicas o privadas) porque sin ellas habrían muerto dado su nivel de iliquidez. La expresión se ha extendido a diferentes latitudes dándole un tinte más amplio e incluyendo, ya no sólo a los usuarios de la respiración artificial estatal, sino además a aquellas empresas destinadas a morir, pero que no lo hacen entre otras porque no tienen la liquidez para hacerlo: Incluso para morir se necesita liquidez!
El circulo vicioso es simple y entre otras tan viejo como la panela: una empresa se encuentra sin liquidez, bien porque sus ventas han caído (a veces nunca arrancaron) o porque teniéndolas no son capaz de cobrarlas; tiene entonces que recurrir a líneas de crédito costosas para financiar el faltante, básicamente para pagar la nómina, y finalmente, gracias generalmente a la clemencia o miopía de sus acreedores, siguen a flote,..por un tiempo.
En el camino generalmente aparecen las garantías personales de los socios que tienen que empeñar hasta la camisa para conseguir crédito de alto costo, lo que desafortunadamente es una ilusión de corto plazo porque el circulo generalmente se agrava comprometiendo incluso la viabilidad de liquidación de los empleados que prefieren quedarse a entrar en la cola de acreedores ante el cierre inminente a la espera de una liquidación final.
Es el caso actual de Toshiba, la icónica empresa Japonesa que admitió recientemente que su supervivencia está en riesgo y que podría ser retirada de la bolsa de Tokio después de registrar la mayor pérdida industrial en la historia empresarial Japonesa. El camino de Toshiba parece ser la crónica de una muerte anunciada que este tipo de empresas sigue bajo una de una de tres opciones que se repiten una y otra vez:
Los Zombies, desafortunadamente, acarrean problemas mayores como ocurrió con la crisis inmobiliaria en España y los Estados Unidos. Los recursos destinados a salvar un sector que ellos mismos habían ayudado a inflar, son recursos que se le quitan a empresas buenas, viables, en crecimiento y por lo tanto con necesidad urgente de crédito para crecer. Justos por pecadores de una economía global en donde el desatino empresarial en consonancia con la benevolencia y el orgullo estatal terminan por sacrificar emprendimientos rentables.
A veces es mejor hacer gala del sentido de la razón, hacer el duelo, y diseñar un bonito epitafio como aquel que escribiera el famoso enterrador caldense don Aparicio Diaz Cabal y que me he permitido modificar: ”En esta tumba fría yace la esposa (empresa) mía, y si ella descansa en Paz, yo descanso mucho más”.