S i bien el problema de la corrupción está de moda y con razón, el tema por supuesto no es nuevo. Kautilya, primer ministro de un rey indio escribió hace dos mil años Arthahastra libro en el que trataba a fondo el tema de corrupción del momento. Dante puso hace 700 años a los corruptos en la esquina más caliente de su inferno reflejando los terribles actos de corrupción del medioevo al igual que Shakespeare que le dedica apartes importantes de sus obras al mismo fenómeno. La Constitución Americana hace del soborno uno de los dos crímenes explícitamente mencionados como causales del proceso de destitución del Presidente.
Recientemente se ha descubierto el primer caso conocido de corrupción. Se remonta al antiguo Egipto y se lo conoce como el Tebasgate. El investigador egipcio Ahmad Saleh descifró la inscripción de un papiro en el que se cuenta la historia de un funcionario de Tebas llamado Peser que, en tiempos del faraón Ramsés IX, dirigía una trama en connivencia con una banda de saqueadores de tumbas. Según explica Saleh, el caso se cerró con un proceso en el que ni Peser ni otros cargos públicos implicados fueron condenados.
En el mismo Egipto encontramos el Decreto de Horemheb, de 1300 a. C., que decía: “Se castigará con implacable rigor a los funcionarios que, abusando de su poder, roben cosechas o ganado a los campesinos bajo el pretexto de cobrar impuestos. El castigo será de cien bastonazos. Si el involucrado fuera un juez, la pena será de muerte”.
El pariente más lejano de los Nule es Fidias en la antigua Grecia, arquitecto que construyó el Partenon y a quien acusaron de haberse quedado con parte de los fondos de la obra. En la roma antigua la corrupción estaba prácticamente institucionalizada. Cicerón (la claudia Lopez del momento) ganó su popularidad como orador denunciando la corrupción de Verres gobernador de Sicilia que luego extendió al resto del imperio; escribió entonces: ““Todos robaban, todos saqueaban. Y entonces las riquezas empezaron a considerarse un honor, la pobreza un oprobio y la honradez sinónimo de malevolencia”.
Lutero en la edad media se salió de madre por nada diferente a sus acusaciones al vaticano de enriquecerse a punta de conceder indulgencias a cambio de dinero. Unos años después el Duque de Lerma en España convenció a Felipe III de mover la capital de Madrid a Valladolid en donde previamente había adquirido una gran cantidad de terrenos, transacción inmobiliaria que le dejó réditos increíbles. Cuando finalmente la codicia lo sobrepasa y es acusado, aprovechó sus influencias con el vaticano para ser nombrado Cardenal aprovechando las leyes del momento que lo libraban de la “comisión de acusaciones”. Napoleón decía a sus ministros que les estaba concedido robar un poco siempre que administraran con eficiencia, y Churchill afirmo “un mínimo de corrupción sirve como un lubricante benéfico para el funcionamiento de la máquina de la democracia”.
Si hacemos algo de minería de datos, lo raro sería encontrar alguna etapa de la humanidad desprovista de este fenómeno que parece acompaña a la humanidad desde Adán y Eva. En 1995, el Financial Times la dedica su portada al “Año de la Corrupción”, creyendo ingenuamente que habíamos llegado a topes difíciles de rebasar con cifras que son hoy remedo de burla cuando miramos el tamaño global del problema y los niveles de creatividad a los que ha llegado el hombre para hacerse con una tajada fácil que no le pertenece.
Nuestro país por supuesto sale muy mal librado en este campo. Ocupamos según transparencia internacional el poco honroso puesto No 94 entre los 174 países medidos que encabezan Somalia y Corea del Norte, en donde a África y América Latina les va muy mal, y en donde los países escandinavos puntean las calificaciones de las geografías más evolucionadas del planeta en materia anti corrupción. Algo están haciendo daneses, finlandeses, suecos y noruegos diferente al resto de la humanidad para mantener sus países cuasi-libres de este flagelo, ayudados por su ética luterana que des intermedia la relación del pecador y el perdón de su dios dejando por fuera una cantidad de intermediarios..
Es verdad que el subdesarrollo no ayuda; la elevada burocracia, los salarios bajos de los empleados públicos, los sistemas autoritarios (no nos digamos mentiras el nuestro no es muy evolucionado así se disfrace de democracia) y la regulación excesiva que fortalece al hombre del medio y lo hace en la mayor parte de los casos necesario para sacar permisos y licencias de las que se nutre él y su corte.
Algo tenemos que aprender de los finlandeses. No sólo es la democracia más avanzada del mundo; es uno de los países con mejores niveles de educación del planeta. Los dos mejores sueldos en Finlandia son los de Maestro y Policía (US$50.000). Lamentablemente posee también el record de suicidios. Parecería ser que, desafortunadamente, los índices de corrupción son directamente proporcionales a los de felicidad en donde nuestro país también bate records.
Reto difícil el del nuevo procurador que tendrá una tarea titánica en este país de corruptos. Está armando un equipo de lujo que como David necesitará de ayuda divina para vencer al monstruo de las mil cabezas que nos deja a cada rato sin oxígeno y sin palabras. Yo por lo pronto sueño tal vez ingenuamente si miro a la historia con la cita de Sancho Panza: ““Yéndome desnudo como me estoy yendo, está claro que he gobernado como un ángel”.