E studios recientes de revistas especializadas están evidenciando una realidad que tiene muy preocupado a Wall Street: El mejor talento, ese que hace pocos años los escogía como destino, está partiendo para el sector tecnológico, frecuentemente hacia california. Las ferias de empleo de los MBAs están empezando a evidenciar cómo las colas se desplazan hacia los emprendimientos tecnológicos del oeste dejando vacíos los antes concurridos estantes de sectores como finanzas, consultoría y banca de inversión.
La razón pareciera ser sencilla: ahí está la plata; pero la realidad es que el ingrediente de fondo no es sólo ese, ahí también está la diversión. La idea de trabajar en entornos más dinámicos, más vibrantes y con algunos de los mejores cerebros del mercado, está seduciendo poderosamente a una población joven que tiene en el aprendizaje y en el reto los valores más relevantes en su escala jerárquica de decisión.
California ha entendido este entorno a la perfección, desarrollándose como polo que incentiva no sólo el establecimiento de los más interesantes emprendimientos, sino generando además la estructura jurídica que requieren aquellos que alquilan temporalmente sus cerebros al servicio de “grandes causas”. Ha sido el primer estado por ejemplo en abolir las famosas cláusulas de “no competencia” no importan el origen de la persona, protegiendo de esta manera al individuo en contra de los intereses de las grandes empresas.
El concepto de alquilar el cerebro suena sin duda algo trivial en entornos en donde nos acostumbramos, de alguna manera, a que el empleo no era un derecho sino un privilegio. En Colombia no fuimos (todavía lo somos) ajenos a esa tendencia post industrial y post guerra que defendía a ultranza a los dueños del capital. El mercado cambio.
The Guardian, en un reciente especial sobre el futuro del trabajo, hace un despliegue enorme de la tendencia mundial que empieza a calar en los jóvenes de tener empleos temporales y simultaneos para vivir, mientras dedican su mayor energía a soñar con emprendimientos a los que dedican sus horas más productivas.
La tecnología no solamente habilitó el acceso al capital a través de modelos disruptivos de crowdsourcing, democratizó el acceso al conocimiento que ha hecho revisar el pensum de los más prestigiosos establecimientos académicos, sino que sobre todo le dio alas a millones de emprendedores en potencia antes sometidos al yugo de la aburrición y la rutina.
Hoy no es raro ver muchachos que alegran sus trayectos mientras se ganan unos pesos a través de Uber-x o Blablacar; a artesanos que se les abren las puertas del mundo a través de Etsy para vender sus manualidades; a parejas que se permiten unas vacaciones dejando arrendado su inmueble a través de Airbnb o a Homeexchange; o diseñadores que compiten de noche para que su logo o diseño sea el escogido al otro lado del mundo a través de designcrowd.
La economía colaborativa está cambiando el mundo, la forma de pensar, la forma de trabajar. Estamos entrando en un espacio increíble en donde la gente produce su comida, comparte su transporte, alquila su casa por temporadas, imprime sus juguetes y produce su propia energía. Mientras algunos de los trabajos más alienantes están siendo reemplazados por máquinas o por drones, la tecnología empieza a liberar al ser humano dándole acceso a nuevas formas de ganarse la vida que pondrán en jaque los modelos tradicionales.
La creación de mercados mundiales que “alquilan” el talento por proyectos o temporadas, está modificando para siempre la forma en como el ser humano va a ganarse la vida. El reto de las empresas tradicionales será el de moldear sus modelos de negocio a esquemas que utilicen el mejor talento donde quiera que este se encuentre, a la vez que modifican sus estructuras laborales para dar cabida a un ser humano que hoy, empieza a tomar decisiones con mayor libertad.