U no de los grandes conflictos de los modelos jerárquicos tiene que ver con la famosa “Lealtad”: A la firma, a la empresa, a la unidad de negocio, al jefe sobre todo. Pareciera que los entornos humanos, cualquiera sea su origen, exigen de la persona , como requisito fundamental para su permanencia y ascenso, una ciega lealtad que muchas veces genera no sólo conflictos de tipo ético, sino que frecuentemente, por demás, vota por la borda algo que pudiera ser más preciado en el ser humano: La Autoestima.
Menciono sólo como ejemplo algunas de las recientes salidas en falso de parte del gabinete Ministerial. Todos sabemos que detrás del Presidente hay una obra de Gobierno jugada por la Paz y las negociaciones; que dentro de las negociaciones aparecen un sinnúmero de conflictos y de riesgos dificilísimos de manejar, muchos de ellos totalmente confidenciales; que el margen de error es mínimo sobre todo con los niveles de aprobación del actual Gobierno y que el espacio de maniobra política es cada vez más reducido.
Lo que no se vale, simplemente porque asalta la inteligencia de los colombianos, es que pongan de bobos útiles a personajes con las credenciales de un ministro y su entorno de mando, para salir ante la opinión pública a defender supuestos indefendibles, hechos a medias o a tratarnos de ingenuos. Las recientes declaraciones ante la caída del avión y los helicópteros son un claro ejemplo de cómo se expone a toda una línea de mando ante las cámaras, poniendo a prueba su lealtad, cuando del otro lado ya la información corre por los pasillos de la prensa y de la oposición, es decir está en el twitter de media Colombia.
La lealtad a una causa o a un líder, demanda frecuentemente hacer de tripas corazón para encubrir los errores de la jerarquía que exige a rajatabla lealtad a prueba de todo. El problema es cuando inhibe la inteligencia y capacidad de aporte de quien la asume, haciéndolo quedar por demás como si sus neuronas hubieran salido corriendo ante la pregunta de los periodistas en este caso, o de empleados y clientes en el mundo empresarial.
Esto no es este ni mucho menos, una problemática reservada a los House of Cards de este mundo. Miles de ejecutivos se debaten a diario en un conflicto interno de marca mayor, tratando de tapar las burradas o ineficiencias de sus superiores, la terquedad que abroga el poder, y en algunos casos la falta de ética que debe ser encubierta por un sistema que no es capaz de retarlos ante la dificultad o cobardía de no querer “patear la lonchera”.
En entornos tan complejos, y creo que son comparables los políticos a los empresariales, sólo el talento colectivo, la libertad de expresión pero sobre todo la oportunidad que genera la sana dialéctica, sobre todo viniendo de gente tan preparada, puede construir soluciones que dejen, al final, bien parada tanto la estructura de poder de la organización como a quien finalmente ejecuta la orden.
En escenarios como el actual, tan altamente informados, en donde la verdad termina generalmente saltando como liebre, es muy difícil partir de la ingenuidad humana para salvar el pellejo propio. Todo al final se sabe, y declaraciones fuera de momento, ingenuas o apresuradas por darles un calificativo benigno, quedan grabadas para recordarles una y otra vez, que pecaron por “leales” quedando muy mal en una foto en la que salieron con su peor perfil.