“Nada en el mundo es mas peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda” – Martin Luther King
H ace varios meses escribí un artículo sobre la gestión y el estilo de nuestro alcalde: “Petro: Manual del Gerente Incompetente“. Nunca antes un artículo mio había tenido tantas lecturas. Pensé que había encontrado por fin una temática común que entusiasmara a mis lectores: que ingenuidad. Pude entender por los cientos de respuestas y comentarios insultantes o que el equivocado era yo y vivia aparentemente en una ciudad increible o que en la nómina de nuestro señor Alcalde tiene a sueldo gente cuyo oficio es defenderlo en las redes a punta de insultos.
Acabo de llegar a mi oficina. El trayecto era corto:21 cuadras para ser exacto. Hice la mitad en carro:38 minutos, y las 12 cuadras restantes a pie:13 minutos; tiempo suficiente para reflexionar mientras pasaba de largo a los incautos que usan transporte público, que mi conclusión frente a nuestro burgomaestre ha cambiado. O el tipo es un genio y utiliza la estrategia del caos como mecanismo para despertar la reflexión colectiva sobre nuestra necesidad en un cambio de cultura, o su incompetencia ha migrado hacia la estupidez que pareciera ser incluso más peligroso.
Petro está terminando un ciclo fatídico de la izquierda al mando de nuestra ciudad. Ha sido una mezcla explosiva: Ausencia total de visión, incapacidad de armar equipo, alto despliegue de repentismo (que no de creatividad) para tapar pocos huecos y muchos errores, corrupción, improvisación y falta de liderazgo político. Son, desafortunadamente, las virtudes de la demagogia: divide y reinaras.
Nunca antes el caos y el desespero de una ciudad que se desmorona, y que encuentra en la inmovilidad, la inseguridad, y el desorden factores comunes que afectan por igual a pobres y a ricos, retó de tal manera a una ciudadanía que ha bajado su cabeza, aceptando sin dignidad el desgobierno. Hace poco la Universidad de los Andes realizó un foro de liderazgo para el desarrollo en donde pusieron al público a escribir aquellas cosas que queriamos mantener, cambiar, mejorar y crear para Bogotá: el primer cuadro quedó cuasi desierto salvado por la campana de la cultura. Los otros llenos, totalmente llenos.
El problema del “Bogotano” es que abandono su condición de ciudadano, diría mejor su obligación de ejercer la ciudadanía. Nada diferente explica el que hoy nos esté gobernando aquel que sacó una minoría. Tenemos que reaccionar, es una obligación moral.
Por primera vez en mi negocio empezamos a ver migración de Bogotanos hacia ciudades intermedias en búsqueda de mejor calidad de vida. Por primera vez empieza la cercanía al sitio de trabajo a ser un elemento determinante en la aceptación de un nuevo empleo;por primera vez han empezado los Colombianos expatriados a repensar su ilusión de volver al país espantados por una ciudad caotica, carísima y carente de buenas condiciones de vida.
Tenemos dos opciones serias: Pardo y Peñalosa. Es hora de hacernos sentir como Bogotanos.