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D e acuerdo con el Departamento de Estadística del Trabajo de los estados Unidos, la permanencia promedio en el trabajo de empleados entre los 25-34 años (Millennials) ha descendido a 3 años. Es una tercera parte frente a la permanencia de personas entre los 55-64, descendiendo desde los 3.2 años frente al mismo estudio realizado en el 2012.
Rios de tinta han corrido alrededor de la supuesta “incapacidad” de esta generación, la última en entrar al mercado laboral, de tener estabilidad,de comprometerse en el largo plazo. Los retos de las corporaciones de seducir a esta generación con carreras más largas y proyectos que demandan la “típica” paciencia para crecer, pareciera no estar funcionando con esta Generación Y, y la verdad es que estos jóvenes pueden tener razón.
La explicación pudiera estar en las fases del proceso de aprendizaje:
En el entorno organizacional, no importa la destreza de la que se trate, y partiendo de la base de que tratamos con gente inteligente, estas fases son de corta duración. Para ponerlo en otros términos, es bien difícil encontrar área del saber, en donde estas etapas no se surtan en tres años, que es precisamente el tiempo en donde, en paralelo, la curva motivacional empieza a descender y las inquietudes por cambiar empiezan a aparecer.
Y es que no importa el proceso o proyecto, incluso cuando de hobbies se trata, que no genere aburrimiento, incluso tedio cuando se vuelve una tarea repetitiva, algo que las nuevas generaciones claramente no están dispuestas a tolerar.
El mercado laboral se está dando en la cabeza con esta realidad y su capacidad de aprendizaje pareciera estar en la etapa de Incompetencia Inconsciente. No se han dado cuenta que la estructura de valores de esta generación cambió dramáticamente; van al ritmo de la tecnología y no solamente aprenden más rápido, sino que tienden a ridiculizar las culturas que los someten a rutinas carentes de emoción.
La generación Y es retadora, irreverente, ágil, afiliativa cuando de proyectos interesantes se trata. Al mismo tiempo es impaciente, incluso irrespetuosa de organizaciones o jefes que claudican en su proceso de enseñarles o dejan de entregarles proyectos que alimenten su ansiedad de conocimiento. Se equivocan quienes piensan que los motiva simplemente el ánimo de ganar más. El Millennial por encima de todo quiere nuevas experiencias, acompañar proyectos no útiles sino relevantes y no tienen problema alguno en migrar (incluso a costa de esperar un tiempo en su casa) si a lo que tiene que someterse es al “tedio” de la rutina.
Esta realidad no va a cambiar, así que o cambia la forma de retenerlos, y acomodamos nuestras culturas a modelos que los nutran, o veremos salir por la puerta del frente, y con la cabeza en alto, a muchos de los futuros líderes del nuevo mundo corporativo.