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“La Democracia es la peor forma de Gobierno, excepto por todas las demás” – Winston Churchill
L ondres está que arde. El futuro de la capital financiera del mundo, dependiente en un alto porcentaje de su capacidad para atraer y administrar los grandes capitales del mundo, está en jaque después de los resultados del Brexit.
Las especulaciones todavía son inmensas. Nadie sabe a ciencia cierta cuáles serán las consecuencias exactas de la salida de los ingleses de la unión, pero al menos las consecuencias iniciales no son para nada prometedoras: La libra esterlina bajo a un mínimo de 30 años, los economistas anuncian recesión para el segundo semestre y todo el próximo ano, Black Rock estima que la City podría perder más de cien mil empleos por la mudanza de varias empresas a otras geografías de la eurozona que se vuelven 500.000 para todo el Reino Unido que sufrirá además de inflación y pérdida de competitividad de sus exportaciones afectando el sector agrícola para mencionar solo unos pocos.
En lo político los problemas no son menores: Para empezar el país está dividido. No es solo una división entre partidos, es además una división geográfica. Mientras Inglaterra votó por irse, en Escocia, Irlanda del Norte y Gales ganó el “quedarse” lo cual genera ya tensiones divisionistas bastante serias. Cameron anuncia su salida para Octubre, panorama poco favorable para una Unión Europea que viene arrastrando no solo una profunda crisis económica de la que apenas sale, sino sobre todo una crisis humanitaria generada por miles de refugiados que fueron al final el caballo de batalla de quienes votaron por el Si.
Sin duda una jugada riesgosa, ingenua dicen muchos de un Cameron que ya venía debilitado al interior de su partido y que hizo una muy pobre defensa de su campana para quedarse en la Unión. Hoy las cámaras miran hacia Johnson y May como posibles sucesores a los que se les viene encima un problema de marca mayor que ni ellos mismos saben cómo manejar.
Al margen de esta difícil situación, lo que impresiona es que el futuro del Reino Unido y en parte de la Unión Europea se haya convertido al final en una guerra entre generaciones con visiones de futuro y temores bien diferentes.
La salida fue al final producto de la votación de los mayores. Fue mayoritariamente la generación mayor de 65 años (con un 61% del voto) y mayor de 50 años (con un 56%) los que al final vencieron en las urnas a una juventud inglesa apática y poco creyente del modelo democrático (pocos salieron a votar) pero que en más del 70% votaron por quedarse.
Hoy las marchas en Inglaterra, con el slogan de “No nos jodan nuestro futuro”, parecieran darle el espacio de reacción tardía a una juventud que ha liderado las grandes transformaciones sociales a lo largo y ancho del mundo pero que esta vez dejaron que fueran sus mayores los que pusieran freno de mano a su futuro en su mayoría por temor al cambio.
Reino Unido no es sino una muestra de lo que viene pasando en todo el mundo y en cada una de las esferas del acontecer humano. Un mundo manejado por personas mayores con el poder para interponerse a los modelos de cambio que pregonan a dos voces sus hijos y sus nietos cansados de modelos anacrónicos.
Son los mismos mayores que siguen votando No al cambio climático, No a la diversidad de género, No a la inclusión, No a la inmigración, No a la redistribución del ingreso, No a la equidad tributaria, No a la mujer en la iglesia, Si a la defensa de sus derechos a través del uso de las armas. La gran ironía es que los jóvenes lideran los grandes movimientos de transformación social de este mundo, pero son sus mayores los que deciden su futuro haciendo buen uso de los modelos imperantes por ellos fabricados.
Ya el mundo empresarial se está sacudiendo de la tiranía de un statu quo impuesto por generaciones ajenas al cambio, que sentados en sus laureles vieron deteriorar el valor de empresas construidas en tiempos de “los dueños del capital”. Las grandes disrupciones hoy, son creadas por jóvenes aventureros que como en el caso de Uber siguen retando sistemas anacrónicos que se apegan a la regulación y al poder de sus votos.
Tal vez el gran pecado de esta nueva generación, es pensar que el cambio social se logra sólo a través de su participación en las redes sociales. El reino Unido le ha probado al mundo, que todavía en la era digital, el uso del poder y de la maquinaria es capaz de echar por la borda grandes y justas transformaciones sociales.
Que no nos pase en Colombia, ahora con el pan en la puerta del horno, que le dejemos a nuestros queridos mayores el poder de salir a frenar el cambio por la vía “democrática”, mientras sus hijos se quedan en casa votando por la Paz a través de twitter y de Facebook, cuando lo que cuenta es que salgan a votar. Así es como funciona el sistema.